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viernes, 4 de noviembre de 2016
viernes, 9 de septiembre de 2016
martes, 2 de agosto de 2016
Unidad: Filosofía de la ciencia. (Selección de Fritjof Capra. "El punto crucial".
LA MÁQUINA NEWTONIANA
DEL MUNDO
Las teorías
esenciales de la visión del mundo y el sistema de valores que están en la base
de nuestra cultura y que hoy tenemos que reexaminar atentamente se formularon
en los siglos XVI y XVII. Entre 1500 y 1700 se produjo un cambio radical en la
mentalidad de las personas y en la idea que éstas tenían acerca de las cosas.
La nueva mentalidad y la nueva percepción del mundo dieron a nuestra civilización
occidental los rasgos que caracterizan la era moderna y se convirtieron en las
bases del paradigma que ha dominado nuestra cultura durante los últimos
trescientos años y que ahora está a punto de cambiar.
Antes del
1500, en Europa —y en la mayoría de las demás civilizaciones— predominaba una
visión orgánica del mundo. Las personas vivían en pequeñas comunidades
solidarias y sentían la naturaleza en términos de relaciones orgánicas cuyos
rasgos característicos eran la interdependencia de los fenómenos materiales y
espirituales y la subordinación de las necesidades individuales a las comunitarias.
La estructura científica de esta visión orgánica del mundo se basaba en dos
fuentes históricas de importancia reconocida: Aristóteles y la Biblia. En el
siglo XIII santo Tomás de Aquino conjugó la doctrina aristotélica de la
naturaleza con la ética y la teología del Cristianismo, estableciendo una
estructura conceptual que no fue cuestionada nunca durante la Edad Media. La
naturaleza de la ciencia medieval era muy diferente a la de la ciencia
contemporánea. La primera se basaba al mismo tiempo en la razón y en la fe y
su meta principal era comprender el significado y la importancia de las cosas, no
predecirlas o controlarlas. En la Edad Media, los científicos que investigaban
el objetivo primario de los distintos fenómenos naturales daban la máxima
importancia a todo lo relacionado con Dios, con el alma humana y con la ética.
En los siglos XVI
y XVII los conceptos medievales sufrieron un cambio radical. La visión del
universo como algo orgánico, vivo y espiritual fue reemplazada por la
concepción de un mundo similar a una máquina; la máquina del mundo se volvió la
metáfora dominante de la era moderna. Esta evolución fue el resultado de varios
cambios revolucionarios en el campo de la física y de la astronomía que culminaron
en las teorías de Copérnico, Galileo y Newton. La ciencia del siglo XVII se
basaba en un nuevo método de investigación, defendido enérgicamente por
Francis Bacon, que incluía dos teorías: la descripción matemática de la
naturaleza y el método analítico de razonamiento concebido por el genio
cartesiano. Los historiadores dieron a este periodo el nombre de la era de la
Revolución Científica en reconocimiento al importante papel desempeñado por la
ciencia en la realización de estos cambios trascendentales.
La Revolución
Científica comienza con Nicolas Copérnico. Sus teorías invalidaron la visión
geocéntrica expuesta por Tolomeo y descrita en la Biblia; dicha visión había
sido el dogma aceptado durante más de mil años. A partir de este momento, el
mundo ya no fue considerado el centro del universo sino un planeta más que gira
en torno a una estrella menor situada al borde de la galaxia; como consecuencia
de ello; el hombre fue despojado de la orgullosa convicción de creerse la
figura central de la creación divina. Copérnico era plenamente consciente de
que la publicación de sus ideas ofendería de forma profunda la conciencia
religiosa de su época y por ello no quiso exponerlas hasta 1543, año de su
muerte, e incluso entonces presentó su visión heliocéntrica como una mera
hipótesis pragmática.
La herencia de
Copérnico fue recogida por Johannes Kepler. Este científico y místico trató de
encontrar la armonía de las esferas mediante un estudio minucioso de las
tablas astronómicas y logró formular sus famosas leyes empíricas sobre el movimiento
planetario, que confirmaron ulteriormente el sistema ideado por Copérnico. Pero
el verdadero cambio en la esfera científica no se produjo hasta que Galileo
Galilei, ya famoso por su descubrimiento de las leyes que rigen la caída de los
cuerpos, no comenzó a interesarse por la astronomía. Apuntando en dirección al
cielo el recién inventado telescopio y aplicando su extraordinario don de
observación a los fenómenos celestes, Galileo logró poner en duda la antigua
cosmología y afirmar la validez científica de la hipótesis concebida por Copérnico.
La parte
desempeñada por Galileo en la Revolución Científica va más allá de sus éxitos
en el campo de la astronomía, si bien éstos fueron los más célebres a causa del
enfrentamiento que tuvo con la Iglesia. Galileo fue el primero en utilizar la
experimentación científica junto con un lenguaje matemático para formular las
leyes naturales que descubrió y por ello se lo considera el padre de la
ciencia moderna. «La filosofía —afirmaba— está escrita en el gran libro que se
abre ante nosotros, pero para entenderlo tenemos que aprender el lenguaje y
descifrar los caracteres con los que está escrito. El lenguaje es la matemática
y los caracteres son los triángulos, los círculos y las demás figuras
geométricas»1. Estas dos facetas de la obra de Galileo —el enfoque
empírico y la descripción matemática de la naturaleza— supusieron un gran
adelanto para su época y se convirtieron en las características dominantes de
la ciencia del siglo XVII.
Hasta el día
de hoy se las utiliza como criterio para cualquier teoría científica.
Según Galileo,
para que fuese posible describir la naturaleza matemáticamente, los
científicos tenían que limitarse al estudio de las propiedades esenciales de
los cuerpos materiales —formas, números y movimiento— que pudiesen ser medidas
o contadas. Las restantes propiedades —el color, el sonido, el sabor o el olor—
eran consideradas simplemente una proyección mental subjetiva que debía ser
excluida del dominio de la ciencia2. La estrategia de Galileo
—dirigir el interés del científico a las propiedades cuantificables de la materia—
ha tenido gran éxito en la ciencia moderna pero, por otro lado, también le ha
infligido graves pérdidas, como nos recuerda el psiquiatra R.D. Laing:
«Desaparece la vista, el oído, el sabor, el tacto y el olfato y junto con ellos
se van también la estética y el sentido ético, los valores, la calidad y la
forma, esto es, todos los sentimientos, los motivos, el alma, la conciencia y
el espíritu. Las experiencias de esta índole han sido desterradas del reino
del discurso científico»3. Según Laing, la obsesión de los
científicos por las medidas y cantidades ha sido el factor determinante de los
cambios ocurridos durante los últimos cuatrocientos años.
Mientras, en
Italia Galileo ideaba sus ingeniosos experimentos, en Inglaterra Francis Bacon
exponía sus teorías sobre el método empírico. Bacon fue el primero en formular
una teoría clara del procedimiento inductivo que consiste en extraer una
conclusión de carácter general a partir de un experimento y luego confirmarla
con otros experimentos. Bacon defendió sus planteamientos enérgicamente y
llegó a tener una gran influencia en el pensamiento de su época; se enfrentó
con audacia a las escuelas filosóficas tradicionales y desarrolló una verdadera
pasión por la experimentación científica.
El «espíritu
baconiano» modificó profundamente los objetivos y la naturaleza de la
investigación científica. Desde la antigüedad, la ciencia había tenido como
meta el conocimiento, la comprensión del orden natural y la vida en armonía con
este orden. El hombre buscaba el conocimiento científico «para gloria de Dios»
o, en la civilización china, «para seguir el orden natural» y «confluir en la
corriente del Tao»4. Todos estos objetivos eran yin, o
integradores; hoy diríamos que los científicos de aquella época tenían una
postura básica ecológica. Pero en el siglo XVII esta actitud se transformó en
su polo opuesto, pasando del yin al yang, de la integración a la autoafirmación.
Con Bacon la ciencia comenzó a tener como fin un tipo de conocimiento que
permitiera dominar y controlar la naturaleza conocimientos que hoy se emplean
junto con la tecnología para lograr objetivos que son profundamente
antiecológicos.
Los términos
que Bacon utilizaba para defender su nuevo método empírico no sólo eran
apasionados sino que, a menudo, se podían tachar de atroces. En su opinión, la
naturaleza tenía que ser «acosada en sus vagabundeos», «sometida y obligada a
servir», «esclavizada»; había que «reprimirla con la fuerza» y la meta de un
científico era «torturarla hasta arrancarle sus secretos»5. Es
probable que muchas de estas imágenes le fueran inspiradas por los procesos de
brujería que se celebraban con frecuencia en su época. Como fiscal del Tribunal
Supremo durante el reinado de Jaime I, Bacon estaba muy familiarizado con estos
juicios y, por consiguiente, no es raro que utilizara las metáforas escuchadas
en la sala de tribunales para sus escritos científicos. De hecho, la
comparación de la naturaleza con una hembra a la que se había de torturar con
artilugios mecánicos para arrancarle sus secretos sugiere claramente que la
tortura a mujeres era una práctica muy difundida en los procesos por brujería
a comienzos del siglo XVI6. Por consiguiente, la obra de Bacon es un
ejemplo significativo de la influencia que la mentalidad patriarcal tuvo en el
desarrollo del pensamiento científico.
El antiguo
concepto de la tierra/madre se transformó radicalmente en la obra de Bacon y
desapareció por completo cuando la Revolución Científica reemplazó la visión
orgánica del mundo con la metáfora del mundo/máquina. Este cambio, que
llegaría a tener una importancia abrumadora en la evolución ulterior de la
civilización occidental, fue iniciado y completado por dos grandes figuras del
siglo XVII: René Descartes e Isaac Newton.
A Descartes se
lo suele considerar el fundador de la filosofía moderna. Brillante matemático,
sus ideas filosóficas fueron afectadas por la nueva física y la astronomía.
Descartes rechazó los conceptos tradicionales y se propuso crear un sistema de
pensamiento totalmente nuevo. Según Bertrand Russell: «Esto no había ocurrido
desde Aristóteles y es una señal de la seguridad que el hombre de nuestro
tiempo tiene en sí mismo; esta confianza es un resultado del progreso
científico. La novedad de los conceptos que (Descartes) plantea en su obra no
se halla en ningún otro filósofo eminente del pasado, salvo en Platón»7.
A la edad de
veintitrés años Descartes tuvo la visión reveladora que iba a determinar toda
su vida8. Después de meditar durante varias horas y examinar
sistemáticamente toda la sabiduría que había acumulado, le sobrevino una ráfaga
de inspiración y comprendió «las bases de una maravillosa ciencia» en la que se
fusionarían todos los conocimientos. En una carta que escribe a un amigo para
explicarle su ambiciosa meta, Descartes parece haber tenido un presagio de esta
intuición: «Y para no ocultarte nada sobre la naturaleza de mi obra, te diré
que me gustaría dar al público... una ciencia completamente nueva que
resolviese en términos generales todos los problemas de cantidad, sean éstos
continuos o discontinuos»9. En su visión, Descartes concibió la
manera de llevar a cabo su plan. Vio un método que le permitiría construir toda
una ciencia de la naturaleza de la que podía estar totalmente seguro; una
ciencia que, como la matemática se apoyaría en ciertos principios básicos
evidentes. Descartes quedó pasmado ante esta revelación. Sintió que acababa de
hacer el descubrimiento más importante de su vida y no le cupo la menor duda de
que la visión fuese una suerte de inspiración divina. A la noche siguiente tuvo
un sueño extraordinario durante el cual la visión se le presentó en forma
simbólica y esto contribuyó a reforzar la convicción de su origen divino.
Entonces Descartes se persuadió de que Dios le había encomendado una misión y
se propuso establecer una nueva filosofía científica.
En virtud de
esta visión, Descartes quedó firmemente convencido de la certeza de los
conocimientos científicos y se decía a sí mismo, que su vocación era distinguir
la verdad del error en todos los campos del estudio. «Toda la ciencia —escribió—
es sabiduría cierta evidente. Rechazamos todos los conocimientos que sólo son
probables y establecemos que no debe darse asentimiento sino a los que son
perfectamente conocidos y de los que no cabe dudar»10.
La fe en la
certeza absoluta de la ciencia está en el origen mismo de la filosofía
cartesiana y de la visión del mundo que deriva de ella, sin embargo fue aquí,
desde el principio, donde Descartes se equivocó. En el siglo XX la física nos
ha demostrado con la fuerza de sus argumentos, que no existe una certeza
científica absoluta y que todos nuestros conceptos y nuestras teorías son
limitados y aproximativos.
La filosofía
cartesiana de la certeza científica absoluta es aún muy popular y se refleja en
el cientifismo que caracteriza a nuestra civilización occidental. Muchos de
nuestros contemporáneos, científicos y no científicos, están convencidos de que
éste es el único método válido para entender el universo. El método del
pensamiento cartesiano y su visión de la naturaleza han influido en todas las
ramas de la ciencia moderna y pueden seguir utilizándose siempre y cuando se
admitan sus limitaciones. Aceptar la visión de Descartes como la verdad
absoluta y su método como una manera válida de lograr el conocimiento ha sido
una de las principales causas de nuestro desequilibrio cultural.
La certidumbre
cartesiana es matemática en esencia. Descartes creía que la clave del universo
se hallaba en su estructura matemática y, para él, ciencia era sinónimo de
matemáticas. Por esta razón escribió, con respecto a las propiedades de los
objetos físicos: «Sólo admito como verdadero lo que haya sido deducido —con la
claridad de un ejemplo matemático— de unas nociones comunes acerca de las
cuales no quepa la menor duda. Como todos los fenómenos de la naturaleza pueden
explicarse de esta manera, creo que no tenemos necesidad de admitir otros
principios de la física y tampoco hemos de desearlos»11.
Como Galileo,
Descartes pensaba que la matemática es el lenguaje de la naturaleza —«ese gran
libro que se abre ante nosotros»— y su deseo de describir el mundo en términos
matemáticos lo llevó a realizar su más famoso descubrimiento. Aplicando las relaciones
numéricas a figuras geométricas, logró establecer una correlación entre el
álgebra y la geometría y con ello creó una nueva rama de las matemáticas, que
hoy se conoce como geometría analítica. Dicha ciencia incluyó la
representación de curvas mediante ecuaciones algebraicas cuyas soluciones
Descartes estudió de manera sistemática. El nuevo método le permitió aplicar un
análisis matemático más general al estudio de los cuerpos en movimiento de
acuerdo con su grandioso proyecto de establecer una relación matemática exacta
en todos los fenómenos físicos. Con ello podía decir orgullosamente: «Toda mi
física no es más que geometría»12.
Descartes fue
un genio de las matemáticas y esto se refleja en su filosofía. A fin de
realizar su proyecto de crear una ciencia natural completa y exacta, desarrolló
un nuevo método de razonamiento y lo expuso en su famosísimo libro Discurso del
método. Aunque este texto es hoy uno de los grandes clásicos de la filosofía,
no fue concebido como tal, sino más bien como una introducción a la ciencia.
El método cartesiano tenía como meta llegar a la verdad científica, como
claramente se ve en el título completo del libro: «Discurso del método para guiar correctamente el razonamiento y
encontrar la verdad en las ciencias»
La clave del
método cartesiano se halla en la duda radical. Descartes pone en duda todo
aquello de que sea posible dudar —toda la sabiduría tradicional, las
impresiones de los sentidos y hasta el hecho de tener un cuerpo— hasta llegar a
un punto sobre el cual no cabe albergar ninguna duda: su existencia como sujeto
pensante. De ahí su famosa afirmación: «Cogito ergo sum» («Pienso, luego
existo»). De este principio deduce que la esencia de la naturaleza humana se
halla en el pensamiento y que todo aquello que sea percibido con gran claridad
y distinción es absolutamente cierto. A este concepto tan claro y distinto —«un
concepto de la mente pura y atenta»13—, Descartes lo llama
«intuición» y afirma que «el hombre, para llegar a un conocimiento
absolutamente cierto de la verdad, sólo puede guiarse por la intuición evidente
y la deducción necesaria»14. El conocimiento cierto, por
consiguiente, sólo se obtiene mediante la intuición y la duda, los dos
instrumentos utilizados por Descartes en una tentativa de reconstruir el
edificio de la sabiduría sobre cimientos más firmes.
El método
cartesiano es analítico, esto es, consiste en dividir los pensamientos y
problemas en cuantas partes sea posible y luego disponerlos según un orden
lógico. El método de razonamiento analítico quizá sea la principal
contribución de Descartes a la ciencia. El racionalismo se ha convertido en una
característica esencial del, pensamiento científico moderno y ha demostrado su
utilidad en el desarrollo de teorías científicas y en la realización de
proyectos tecnológicos extremadamente complejos. Gracias al método cartesiano,
la NASA logró poner a un hombre en la luna. Por otro lado, la excesiva
importancia dada al racionalismo es una de las causas que caracterizan tanto a
nuestras ideas generales como a nuestras disciplinas académicas, además de
propiciar la postura reduccionista —la convicción de que hay que reducir los
fenómenos complejos a sus partes constitutivas para lograr entenderlos— tan
difundida en el mundo de hoy.
El Cogito —nombre
que hoy se da al método cartesiano— hizo que para él la razón fuese más cierta
que la materia y le hizo llegar a la conclusión de que ambas cosas eran entes
separados y básicamente distintos. Por consiguiente, afirmó que «el concepto
de cuerpo no incluye nada que pertenezca a la mente y el de mente, nada que
pertenezca al cuerpo»15. La distinción que Descartes hizo entre la
mente y el cuerpo ha calado hondo en la civilización occidental. Nos ha
enseñado a pensar en nosotros mismos como egos aislados «dentro» de nuestro
cuerpo; nos ha hecho conceder más valor al trabajo intelectual que al manual; a
las grandes industrias les ha permitido vender al público —especialmente al
público femenino— productos que le darían el «cuerpo ideal»; a los médicos les
ha impedido considerar las dimensiones psicológicas de las enfermedades y a
los psicoanalistas ocuparse del cuerpo de sus pacientes. En las ciencias
humanas, la distinción cartesiana ha provocado una infinita confusión sobre la
relación que existe entre la mente y el cerebro; en física, ha hecho que los
fundadores de la mecánica cuántica se enfrenten a enormes obstáculos en sus
observaciones de los fenómenos atómicos. Según Heisenberg, que luchó contra
este problema durante muchos años: «En los últimos tres siglos esta división
ha ido penetrando profundamente en la mente humana, y pasará mucho tiempo
antes de que pueda ser reemplazada con una postura verdaderamente diferente ante
el problema de la realidad»16.
Descartes
basaba toda su visión de la naturaleza en esta división fundamental existente
entre dos campos independientes y separados: el del pensamiento o res cogitans,
la «substancia pensante», y el de la materia o res extensa, la «substancia
extensa». Tanto la mente como la materia eran obra de Dios; Él representaba el
punto de referencia de ambas cosas al ser el origen del orden natural exacto y
de la luz de la razón que permitía al ser humano reconocer este orden. Para
Descartes, Dios era un elemento esencial de su discurso filosófico, pero los
científicos que desarrollaron sus teorías según la distinción cartesiana entre
la mente y la materia omitieron cualquier referencia explícita a la presencia
divina: las humanidades se concentraron en la res cogitans y las ciencias
naturales en la res extensa.
Según
Descartes el universo material era una máquina y sólo una máquina. En la
materia no había ni vida, ni metas, ni espiritualidad. La naturaleza funcionaba
de acuerdo con unas leyes mecánicas, y todas las cosas del mundo material
podían explicarse en términos de la disposición y del movimiento de sus partes.
Esta imagen mecanicista de la naturaleza fue el paradigma que dominó la
ciencia después de Descartes, marcando la pauta de las investigaciones científicas
y sugiriendo la formulación de todas las teorías sobre los fenómenos
naturales, hasta que la física del siglo XX efectuó un cambio radical. Toda la
elaboración de la ciencia mecanicista que tuvo lugar entre el siglo XVII y el
siglo XIX —incluida la grandiosa síntesis newtoniana— fue sólo una evolución de
la idea cartesiana. Descartes dio una estructura general al pensamiento
científico con su visión de la naturaleza como una máquina perfecta regida por
leyes matemáticas exactas.
El cambio
drástico en la imagen de la naturaleza —de organismo a máquina— afectó
profundamente la actitud de las personas hacia su entorno natural. La visión
orgánica del mundo durante la Edad Media había sugerido un sistema de valores
propicios a un comportamiento ecológico. En palabras de Carolyn Merchant:
La imagen de organismo vivo y de madre que se le
daba a la tierra fue utilizada como obstáculo cultural para limitar las
acciones de los seres humanos. No es nada fácil matar a la propia madre, hurgar
en sus entrañas en búsqueda de oro o mutilar su cuerpo... Mientras se pensó en
la tierra como algo vivo y sensible, podía considerarse como falta de ética del
comportamiento humano el llevar a cabo actos destructivos en contra de ella17.
Estos límites
culturales desaparecieron con la mecanización de la ciencia. La concepción
mecanicista del universo ideada por Descartes proporcionó la autorización
«científica» para la manipulación y la explotación de los recursos naturales
que se ha convertido en una constante de la cultura occidental. De hecho,
Descartes compartía la opinión de Bacon en cuanto a que la meta de la ciencia
era dominar y controlar la naturaleza y afirmaba que podía utilizarse el conocimiento
científico para «convertirnos en los amos y dueños de la naturaleza»18.
En su
tentativa de crear una ciencia natural completa, Descartes incluyó a los
organismos vivos dentro de su visión mecanicista de la materia. Las plantas y
los animales se consideraban simples máquinas; los seres humanos estaban
habitados por un alma racional que se conectaba con el cuerpo mediante la
glándula pineal, situada en el centro del cerebro. En cuanto al cuerpo humano,
era imposible diferenciarlo de un animal/máquina. Descartes explicó detalladamente
la manera de reducir los movimientos y las funciones biológicas del cuerpo a
simples operaciones mecánicas, a fin de demostrar que los organismos vivos eran
meros autómatas. La imagen del autómata denota la influencia que en él —como
hombre de su tiempo, el barroco siglo XVI— ejercieron aquellas maquinarias
ingeniosas, «casi vivas», que deleitaban al público por la magia de sus movimientos
aparentemente espontáneos. Como muchas personas de su generación, Descartes
estaba fascinado por esos autómatas y llegó incluso a construir varios.
Inevitablemente, estableció una comparación entre sus creaciones y el
funcionamiento de los organismos vivos: «Vemos que los relojes, las fuentes
artificiales, los molinos y otras máquinas semejantes, a pesar de haber sido
creadas por el hombre, tienen la facultad de moverse por sí mismas de
diferentes maneras... No reconozco ninguna diferencia entre las máquinas de
los artesanos y los diferentes cuerpos creados por la naturaleza»19.
En la época de
Descartes la relojería había alcanzado un alto nivel de perfeccionamiento y,
por consiguiente, el reloj era un modelo privilegiado para otras máquinas
automáticas. Descartes comparaba a los animales a «un reloj... hecho... de
ruedas y muelles» y extendió la comparación al cuerpo humano: «Veo el cuerpo
humano como una máquina... En mi opinión... un enfermo y un reloj mal hecho
pueden compararse con mi idea de un hombre sano y un reloj bien hecho»"20
La visión
cartesiana de los organismos vivos tuvo una influencia decisiva en la evolución
de las ciencias humanas. Describir minuciosamente los mecanismos que constituyen
los organismos vivos ha sido la tarea principal de todos los biólogos, los
sociólogos y los psicólogos en los últimos trescientos años. El enfoque
cartesiano ha tenido mucho éxito —especialmente en el campo de la biología—pero
también ha limitado los posibles caminos de la investigación científica. El
problema está en que los científicos, alentados por el éxito obtenido tratando
a los organismos vivos como máquinas, tienden a creer que estos organismos son
sólo máquinas. Las consecuencias negativas de esta falacia reduccionista se
han vuelto clarísimas en la medicina; los médicos, suscritos a la imagen
cartesiana del cuerpo humano como un mecanismo de relojería, no pueden entender
muchas de las principales enfermedades presentes en el mundo de hoy.
Ésta, pues, es
la «maravillosa ciencia» de Descartes. Utilizando un método de pensamiento
analítico creado por él, trató de explicar con precisión todos los fenómenos
naturales por un sistema único de principios mecánicos. De este modo pensaba
lograr una ciencia a exacta cuyos conceptos fueran de una certeza matemática
absoluta. Por supuesto, Descartes no logró llevar a cabo su ambicioso proyecto
y él mismo reconoció que no había podido llevar a término su filosofía
científica. A pesar de ello, el método de razonamiento y el esquema general de
la teoría sobre los fenómenos naturales han determinado el pensamiento
científico de Occidente durante tres siglos.
Hoy, a pesar
de que se comienzan a vislumbrar las severas limitaciones de la visión
cartesiana del mundo, el método de enfocar los problemas intelectuales y la
claridad de razonamiento de Descartes siguen vigentes. Recuerdo que un día,
después de pronunciar una conferencia sobre física moderna en el que había
recalcado la importancia de las limitaciones del enfoque mecanicista en la
cuántica y la necesidad de superar esta visión en otros campos, una mujer,
francesa me felicitó por mi «lucidez cartesiana». Por ello Montesquieu escribía
en el siglo XVIII: «Descartes enseñó a los que vinieron después de él cómo
descubrir sus propios errores»21.
Descartes dio
una estructura conceptual a la ciencia del siglo XVII, pero su idea de una
máquina del mundo regida por leyes matemáticas siguió siendo sólo una visión
ilusoria durante toda su vida. Lo único que pudo hacer fue trazar las líneas
generales de su teoría sobre lo fenómenos naturales. El hombre que realizó el
sueño cartesiano completó la Revolución Científica fue Isaac Newton. Nacido en
Inglaterra en 1642, año de la muerte de Galileo, Newton desarrolla toda una
fórmula matemática del concepto mecanicista de la naturaleza y con ella
sintetizó magníficamente las obras de Copérnico y de Kepler, y también las de
Bacon, Galileo y Descartes. La física newtoniana, logro supremo de la ciencia
del siglo XVII, estableció una teoría matemática del mundo que se convirtió en
la base del pensamiento científico hasta mediados del siglo XX. Newton tenía una
comprensión de las matemáticas muy superior a la de cualquiera de sus
contemporáneos. Inventó el cálculo diferencial, un método totalmente nuevo para
describir el movimiento de los cuerpos sólidos que iba mucho más allá de las
técnicas matemáticas de Galileo y de Descartes. Este tremendo logro intelectual
fue elogiado por Einstein con estas palabras: «Quizá este sea el mayor avance
en el campo intelectual que un solo individuo haya tenido el privilegio de hacer»22
Kepler había
deducido las leyes empíricas del movimiento planetario mediante el estudio de
las tablas astronómicas, y Galileo había realizado ingeniosos experimentos para
descubrir las leyes de la caída de los cuerpos. Newton aunó los descubrimientos
de sus predecesores, formulando las leyes generales del movimiento que rigen
todos los objetos del sistema solar, desde las piedras hasta los planetas.
Según la
leyenda, Newton tuvo la revelación decisiva de su ciencia un día que, sentado
bajo un árbol, vio caer una manzana. Le sobrevino una ráfaga de inspiración y
comprendió que la manzana estaba siendo atraída hacia la tierra por la misma
fuerza que atraía los planetas hacia el sol; de esta manera encontró la clave
de su genial síntesis. Después utilizó su nuevo método matemático para
formular las leyes exactas del movimiento para todos los cuerpos en los que
influyen la fuerza de gravedad. La importancia de estas leyes se basa en su
aplicación universal. Por el hecho de ser válidas para todo el sistema solar
parecían confirmar la visión cartesiana de la naturaleza. El universo
newtoniano era, en efecto, un enorme sistema mecánico regido por leyes
matemáticas exactas.
En su libro
Principios Matemáticos de la Filosofía Natural, Newton expuso su teoría con
gran lujo de detalles. Los Principia (diminutivo del título original latino de
la obra) comprenden un vasto sistema de definiciones, proposiciones y pruebas,
que los científicos admitieron como la correcta descripción de la naturaleza
durante más de doscientos arios. También contienen un comentario explícito del
método experimental newtoniano, que su autor veía como un procedimiento
sistemático en el cual la descripción matemática se basa en una evaluación
crítica de las pruebas experimentales realizada en cada una de sus etapas.
Todo lo que no se pueda deducir de los fenómenos ha
de llamarse hipótesis; y las hipótesis, sean metafísicas o físicas, sean de calidades
ocultas o mecánicas, no tienen cabida en la filosofía experimental. En esta
filosofía las proposiciones particulares se deducen de los fenómenos y después
se universalizan por inducción23.
viernes, 10 de junio de 2016
Promedio final.
ORDEN: Nombre y Apellido - 2da prueba - Promedio final - Calidad.
Lemoos, Camila - 8 - 8 - Eximida
Mettetiere, Lorena - 6 - 8 - Eximida.
Alvez, Lucia - 7 - 8 - Eximido.
Da costa, Sergio - 10 - 10 - Eximido.
Soto, Andrea - 7 - 8 - Eximida
Alvarez, Lucia - 6 - 7 - Eximida
Amarelle, Valentina (No registrate tu nombre en la prueba) - 5 - 7 - Eximida
Villalva, Fernando - 5 - 6- Reglamentado.
Birò, Martin - s/c - 6- Eximido
Peralta, Claudio - s/c No realiza - 8 - Eximido.
La Camera - s/c No realiza - 6 - Eximido.
Me informaron que la 2da sumativa debe quedar archivada en el liceo, no la pueden llevar. Si la pueden pedir para ver.
Deben estudiar las definiciònes de Falacias informales y ver ejemplos. Se equivocaron varios en este punto.
Lemoos, Camila - 8 - 8 - Eximida
Mettetiere, Lorena - 6 - 8 - Eximida.
Alvez, Lucia - 7 - 8 - Eximido.
Da costa, Sergio - 10 - 10 - Eximido.
Soto, Andrea - 7 - 8 - Eximida
Alvarez, Lucia - 6 - 7 - Eximida
Amarelle, Valentina (No registrate tu nombre en la prueba) - 5 - 7 - Eximida
Villalva, Fernando - 5 - 6- Reglamentado.
Birò, Martin - s/c - 6- Eximido
Peralta, Claudio - s/c No realiza - 8 - Eximido.
La Camera - s/c No realiza - 6 - Eximido.
Me informaron que la 2da sumativa debe quedar archivada en el liceo, no la pueden llevar. Si la pueden pedir para ver.
Deben estudiar las definiciònes de Falacias informales y ver ejemplos. Se equivocaron varios en este punto.
Solo para Nocturno de Liceo Bauzá - Nº6
Programa
analítico sintético de Filosofía.
Grupo
– 5to BA semestral
Liceo
Nº6 “Bauzá” – Nocturno
Profesora:
Daniela Zapata.
Unidad I- Introducción
a la asignatura.
Concepto de espiritu filosófico de Vaz Ferreira.
Características del pensar
filosófico. Problemas y ramas de la filosofía.
Jasper. Comienzo y Origen de
la filosofía. (Duda, asombro y situación límite).
Comienzo de la Filosofía: Hipótesis de
los historiadores: Burnet, Vernant y Conford.
Unidad II –
Gnoseología.
Preguntas guía: ¿Podemos conocer?
¿Cómo conocemos? ¿Podemos confiar en los sentidos? ¿Cómo es valorado el
conocimiento científico? ¿Quién puede conocer?
Platón: “Alegoría de la
caverna”, “Alegoría de la Línea”,
Teoría de la ideas.
Concepto de Realismo
ontológico y epistemológico. Concepto de realismo en el Arte.
Neurociencia: Investigaciones
entorno a la percepción, ¿El mundo es cómo lo vemos?
Aristóteles: Selección de “La
metafísica”. Libro I y II. Valoración de los sentidos. Conocimiento experto y
artístico. Caracterización del sabio, el artista, el experto y el ignorante.
Unidad III – Argumentación.
Materiales elaborados
principalmente desde libro de Raquel Ginovart “Cómo hacer cosas con razones” y
Antony Weston “Las claves de la argumentación”.
Definición de Argumentación.
Cuándo es posible argumentar. Ventajas de aprender a argumentar.
Def. de razonamiento. Definición
de lógica. Diferencia entre verdad y validez. Ejemplos.
Diferencia entre convencer y
persuadir.
Juicio de razón y Juicio de
hecho. Ejemplos.
Detección y elaboración de un
argumento corto.
Definición de Falacia. Clasificación
en formales y no formales.
Trabajamos apelación al
pueblo, apelación a la fuerza, apelación a la autoridad, ad hominem, causa
falsa, apelación a la ignorancia.
Ejemplos de falacia.
Unidad IV – El
sujeto que conoce.
¿Cuáles son las causas de
nuestras conductas? ¿Podemos conocerlas?
Respondemos desde el
condicionamiento operante de Skinner y desde el psicoanálisis de Freud.
Skinner - Def. de conducta.
Reforzamiento negativo y positivo. Motivación extinción. Castigo de escape o
huida y por presentación de elemento aversivo.
Freud – Primer y Segunda
tópica. Concepto de Inconsciente.
Material presente en www.kioscofilosofico.blogspot.com.uy
Alumnos reglamentados: corresponde todas las unidades.
Alumnos eximidos: corresponde rendir la segunda prueba
(Examen) de Unidad III en adelante.
Unidad IV - Freud - Las tópicas.
Unidad IV - Freud - Las tópicas
Tal y como aclaran Jean Laplanche y Jean-Bertrand
Pontalis en su "Diccionario de Psicoanálisis" Tópica
hace referencia a una "Teoría o punto de vista que supone una
diferenciación del aparato psíquico en cierto número de sistemas dotados de
características o funciones diferentes y dispuestos en un determinado orden
entre sí, lo que permite considerarlos metafóricamente como lugares psíquicos
de los que es posible dar una representación espacial figurada. Corrientemente
se habla de dos tópicas freudianas, la primera en que se establece una
distinción fundamental entre inconsciente, preconsciente y consciente, y la
segunda que distingue tres instancias: el ello, el yo, el superyó".
Primera tópica: consciente,
preconsciente e inconsciente
La conciencia es la cualidad momentánea que
caracteriza las percepciones externas e internas dentro del conjunto de los
fenómenos psíquicos. El término inconsciente se utiliza para connotar el
conjunto de los contenidos no presentes en el campo actual de la conciencia.
Está constituido por contenidos reprimidos que buscan regresar a la conciencia
o bien que nunca fueron conscientes y su cualidad es incompatible con la
conciencia. El 'preconsciente' designa una cualidad de la psique que
califica los contenidos que no están presentes en el campo de la conciencia
pero pueden devenir en conscientes. Los estados reprimidos son aquellos que no
se les puede acceder sin una hipnosis, generalmente son revelaciones a través
de imágenes retenidas durante el tiempo de vida de cada individuo.
Segunda
tópica: el Ello, el Yo y el Superyó
El Ello es la
instancia más antigua y original de la personalidad y la base de las otras dos.
Comprende todo lo que se hereda o está presente al nacer, se presenta de forma
pura en nuestro inconsciente. Representa nuestros impulsos o pulsiones
más primitivos. Constituye, según Freud, el motor del pensamiento y el comportamiento
humano. Opera de acuerdo con el principio del placer y desconoce las
demandas de la realidad.
El Superyó es la parte que contrarresta al ello, representa los pensamientos morales y éticos recibidos de la cultura. Consta de dos subsistemas: la "conciencia moral" y el ideal del yo. La "conciencia moral" se refiere a la capacidad para la autoevaluación, la crítica y el reproche. El ideal del yo es una autoimagen ideal que consta de conductas aprobadas y recompensadas.
El Yo es una parte del ello modificada por su proximidad con la realidad y surge a fin de cumplir de manera realista los deseos y demandas del ello de acuerdo con el mundo exterior, a la vez que trata de conciliarse con las exigencias del superyó. El yo evoluciona a partir del ello y actúa como un intermediario entre éste y el mundo externo. El yo sigue al principio de realidad, satisfaciendo los impulsos del ello de una manera apropiada en el mundo externo. Utiliza el pensamiento realista característico de los procesos secundarios. Como ejecutor de la personalidad, el yo tiene que medir entre las tres fuerzas que le exigen: las del mundo de la realidad, las del ello y las del superyó, el yo tiene que conservar su propia autonomía por el mantenimiento de su organización integrada.
Los papeles específicos desempeñados de las entidades ello, yo y superyó no siempre son claros, se mezclan en demasiados niveles. La personalidad consta según este modelo de muchas fuerzas diversas en conflicto inevitable.
El Superyó es la parte que contrarresta al ello, representa los pensamientos morales y éticos recibidos de la cultura. Consta de dos subsistemas: la "conciencia moral" y el ideal del yo. La "conciencia moral" se refiere a la capacidad para la autoevaluación, la crítica y el reproche. El ideal del yo es una autoimagen ideal que consta de conductas aprobadas y recompensadas.
El Yo es una parte del ello modificada por su proximidad con la realidad y surge a fin de cumplir de manera realista los deseos y demandas del ello de acuerdo con el mundo exterior, a la vez que trata de conciliarse con las exigencias del superyó. El yo evoluciona a partir del ello y actúa como un intermediario entre éste y el mundo externo. El yo sigue al principio de realidad, satisfaciendo los impulsos del ello de una manera apropiada en el mundo externo. Utiliza el pensamiento realista característico de los procesos secundarios. Como ejecutor de la personalidad, el yo tiene que medir entre las tres fuerzas que le exigen: las del mundo de la realidad, las del ello y las del superyó, el yo tiene que conservar su propia autonomía por el mantenimiento de su organización integrada.
Los papeles específicos desempeñados de las entidades ello, yo y superyó no siempre son claros, se mezclan en demasiados niveles. La personalidad consta según este modelo de muchas fuerzas diversas en conflicto inevitable.
Mecanismos de defensa.
Freud define la represión
como un mecanismo de
defensa cuya esencia consiste en rechazar y mantener alejados de la
consciencia determinados elementos que son dolorosos o inaceptables para el yo.
Estos pensamientos o ideas tienen para Freud un contenido sexual. La represión
se origina en el conflicto psíquico que se produce por el enfrentamiento de
exigencias internas contrarias entre un deseo que reclama imperativamente su
satisfacción y las prohibiciones morales. El yo se defiende del dolor que causa
la incompatibilidad reprimiendo el deseo.
En los sueños opera la condensación. Varios elementos presentes en el sueño latente se conjugan, se unen en un mismo elemento; pueden ser fragmentos de imágenes, frases o trozos de ideas. Estos fragmentos de vivencias siempre estarán unidos de alguna forma por elementos comunes, que los relacionan y aparecen durante el análisis por medio de la asociación libre. Un ejemplo de condensación se da cuando soñamos con una persona que reúne rasgos de diferentes personas, a veces se presenta como una persona determinada y de pronto se convierte o desempeña el papel de alguna otra más.
El desplazamiento, que también se presenta en los sueños, consiste en que la intensidad, la importancia y la cantidad de afecto de algunas ideas se desplaza hacia otras de manera que puede mostrar como importante algún elemento que en realidad es superfluo y, por el contrario, mostrar como imprecisos y sin importancia elementos importantes que por lo general corresponden a recuerdos de la infancia. El desplazamiento es el proceso que más influye en ocultar el sentido latente del sueño. Cuanto más confuso y oscuro es un sueño, más ha sido influido por el desplazamiento.
En los sueños opera la condensación. Varios elementos presentes en el sueño latente se conjugan, se unen en un mismo elemento; pueden ser fragmentos de imágenes, frases o trozos de ideas. Estos fragmentos de vivencias siempre estarán unidos de alguna forma por elementos comunes, que los relacionan y aparecen durante el análisis por medio de la asociación libre. Un ejemplo de condensación se da cuando soñamos con una persona que reúne rasgos de diferentes personas, a veces se presenta como una persona determinada y de pronto se convierte o desempeña el papel de alguna otra más.
El desplazamiento, que también se presenta en los sueños, consiste en que la intensidad, la importancia y la cantidad de afecto de algunas ideas se desplaza hacia otras de manera que puede mostrar como importante algún elemento que en realidad es superfluo y, por el contrario, mostrar como imprecisos y sin importancia elementos importantes que por lo general corresponden a recuerdos de la infancia. El desplazamiento es el proceso que más influye en ocultar el sentido latente del sueño. Cuanto más confuso y oscuro es un sueño, más ha sido influido por el desplazamiento.
El psicoanálisis emplea el
término pulsión (impulso que tiende a la
consecución de un fin) para el estudio del comportamiento humano. Se denomina pulsión a las fuerzas derivadas de las
tensiones somáticas en el ser humano, y las necesidades del ello; en
este sentido las pulsiones se ubican entre el nivel somático y el nivel
psíquico.
La pulsión es un impulso que se inicia con una excitación corporal (estado de tensión), y cuya finalidad última es precisamente la supresión de dicha tensión.
Hay dos tipos de pulsiones, la pulsión sexual o de vida (Eros) y la pulsión de muerte (Thánatos). Para el psicoanálisis el impulso sexual tiene unas acotaciones muy superiores a lo que habitualmente se considera como sexualidad. La libido es la energía pulsional, y puede presentar diferentes alternativas según esté dirigida a los objetos (libido objetal), o bien se dirija al propio Yo (libido narcisista).
La pulsión es un impulso que se inicia con una excitación corporal (estado de tensión), y cuya finalidad última es precisamente la supresión de dicha tensión.
Hay dos tipos de pulsiones, la pulsión sexual o de vida (Eros) y la pulsión de muerte (Thánatos). Para el psicoanálisis el impulso sexual tiene unas acotaciones muy superiores a lo que habitualmente se considera como sexualidad. La libido es la energía pulsional, y puede presentar diferentes alternativas según esté dirigida a los objetos (libido objetal), o bien se dirija al propio Yo (libido narcisista).
Sigmund Freud: justificación del concepto de lo inconsciente.
Desde muy diversos sectores se nos ha discutido el derecho a aceptar la existencia de un psiquismo inconsciente y a laborar científicamente con esta hipótesis. Contra esta opinión podemos argüir que la hipótesis de la existencia de lo inconsciente es necesaria y legítima, y, además, que poseemos múltiples pruebas de su exactitud. Es necesaria, porque los datos de la conciencia son altamente incompletos. Tanto en los sanos como en los enfermos surgen con frecuencia actos psíquicos cuya explicación presupone otros de los que la conciencia no nos ofrece testimonio alguno. Actos de este género son no sólo los actos fallidos y los sueños de los individuos sanos, sino también todos aquellos que calificamos de un síntoma psíquico o de una obsesión en los enfermos. Nuestra cotidiana experiencia personal nos muestra ocurrencias cuyo origen desconocemos y conclusiones intelectuales cuya elaboración ignoramos. Todos estos actos conscientes resultarán faltos de sentido y coherencia si mantenemos la teoría de que la totalidad de nuestros actos psíquicos ha de sernos dada a conocer por nuestra conciencia y, en cambio, quedarán ordenados dentro de un conjunto coherente e inteligible si interpolamos entre ellos los actos inconscientes que hemos inferido. Esta ganancia de sentido constituye, de por sí, motivo justificado para traspasar los límites de la experiencia directa. Y si luego comprobamos que tomando como base la existencia de un psiquismo inconsciente podemos estructurar un procedimiento eficacísimo, por medio del cual influir adecuadamente sobre el curso de los procesos conscientes, este éxito nos dará una prueba irrebatible de la exactitud de nuestra hipótesis. Habremos de situarnos entonces en el punto de vista de que no es sino una pretensión insostenible el exigir que todo lo que sucede en lo psíquico haya de ser conocido por la conciencia. [...]
El nódulo del sistema Inc. está constituido por representaciones de instintos que aspiran a derivar su carga, o sea por impulsos de deseos. Estos impulsos instintivos se hallan coordinados entre si y coexisten sin influir unos sobre otros ni tampoco contradecirse. Cuando dos impulsos de deseos cuyos fines nos parecen inconciliables son activados al mismo tiempo, no se anulan recíprocamente sino que se unen para formar un fin intermedio, o sea una transacción.
En este sistema no hay negación ni duda alguna, ni tampoco grado ninguno de seguridad. Todo esto es aportado luego por la labor de la censura que actúa entre los sistemas Inc. y Prec. La negación es una sustitución a un nivel más elevado de la represión. En el sistema Inc. no hay sino contenidos más o menos enérgicamente catectizados.
Reina en él una mayor movilidad de las intensidades de carga. Por medio del proceso del desplazamiento puede una idea transmitir a otra todo el montante de su carga, y por el de la condensación acoger en sí toda la carga de varias otras ideas. A mi juicio, deben considerarse estos dos procesos como caracteres del llamado proceso psíquico primario. En el sistema Prec. domina el proceso secundario. Cuanto tal proceso primario recae sobre elementos del sistema Pres., lo juzgamos «cómico» y despierta la risa.
Los procesos del sistema Inc. se hallan fuera del tiempo esto es, no aparecen ordenados cronológicamente, no sufren modificación ninguna por el transcurso del tiempo y carecen de toda relación con él. También la relación temporal se halla ligada a la labor del sistema Cc.
Los procesos del sistema Inc. carecen también de toda relación con la realidad Se hallan sometidos al principio del placer y su destino depende exclusivamente de su fuerza y de la medida en que satisfacen las aspiraciones comenzadas por el placer y el displacer.
Resumiendo, diremos que los caracteres que esperamos encontrar en los procesos pertenecientes al sistema Inc. son la falta de contradicción el proceso primario (movilidad de las cargas), la independencia del tiempo y la sustitución de la realidad exterior por la psíquica.
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Metapsicología: lo inconsciente, en Obras completas, Biblioteca Nueva, Madrid 1968, Vol. I, p.1052-1061.
Sigmund Freud: instinto de vida, instinto de muerte
En nuestro estudio Más allá del principio del placer desarrollamos una teoría que sostendremos y continuaremos en el presente trabajo. Era esta teoría la de que es necesario distinguir dos clases de instintos, una de las cuales, los instintos sexuales, o el Eros, era la más visible y accesible al conocimiento, e integraba no sólo el instinto sexual propiamente dicho, no coartado, sino también los impulsos instintivos coartados en su fin y sublimados y derivados de él, y el instinto de conservación, que hemos de adscribir al yo, y el que opusimos justificadamente, al principio de la labor psicoanalítica, a los instintos objetivos sexuales. La determinación de la segunda clase de instintos nos opuso grandes dificultades, pero acabamos por hallar en el sadismo su representante. Basándonos en reflexiones teóricas, apoyadas en la biología, supusimos la existencia de un instinto de muerte, cuya misión es hacer retornar todo lo orgánico animado al estado inanimado, en contraposición al Eros, cuyo fin es complicar la vida y conservarla así, por medio de una síntesis cada vez más amplia de la sustancia viva, dividida en particular. Ambos instintos se conducen en una forma estrictamente conservadora, tendiendo a la reconstrucción de un estado perturbado por la génesis de la vida; génesis que sería la causa tanto de la continuación de la vida como de la tendencia a la muerte. A su vez, la vida sería un combate y una transacción entre ambas tendencias. La cuestión del origen de la vida sería, pues, de naturaleza cosmológica, y la referente al objeto y fin de la vida recibiría una respuesta dualista. (El yo y el ello, IV (Obras completas, 3 vols., Biblioteca Nueva, Madrid 1968, vol. 2, p. 21-22).
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