martes, 2 de agosto de 2016

Unidad: Filosofía de la ciencia. (Selección de Fritjof Capra. "El punto crucial".



LA MÁQUINA NEWTONIANA
DEL MUNDO

Las teorías esenciales de la visión del mundo y el sistema de valores que están en la base de nuestra cultura y que hoy tenemos que ree­xaminar atentamente se formularon en los siglos XVI y XVII. Entre 1500 y 1700 se produjo un cambio radical en la mentalidad de las personas y en la idea que éstas tenían acerca de las cosas. La nueva mentalidad y la nueva percepción del mundo dieron a nuestra civilización occidental los rasgos que caracterizan la era moderna y se convirtieron en las bases del paradigma que ha dominado nuestra cultura durante los últimos trescientos años y que ahora está a punto de cambiar.
Antes del 1500, en Europa —y en la mayoría de las demás civi­lizaciones— predominaba una visión orgánica del mundo. Las per­sonas vivían en pequeñas comunidades solidarias y sentían la natu­raleza en términos de relaciones orgánicas cuyos rasgos caracterís­ticos eran la interdependencia de los fenómenos materiales y espi­rituales y la subordinación de las necesidades individuales a las co­munitarias. La estructura científica de esta visión orgánica del mundo se basaba en dos fuentes históricas de importancia reconocida: Aris­tóteles y la Biblia. En el siglo XIII santo Tomás de Aquino conjugó la doctrina aristotélica de la naturaleza con la ética y la teología del Cristianismo, estableciendo una estructura conceptual que no fue cuestionada nunca durante la Edad Media. La naturaleza de la ciencia medieval era muy diferente a la de la ciencia contemporánea. La pri­mera se basaba al mismo tiempo en la razón y en la fe y su meta principal era comprender el significado y la importancia de las cosas, no predecirlas o controlarlas. En la Edad Media, los científicos que investigaban el objetivo primario de los distintos fenómenos naturales daban la máxima importancia a todo lo relacionado con Dios, con el alma humana y con la ética.
En los siglos XVI y XVII los conceptos medievales sufrieron un cambio radical. La visión del universo como algo orgánico, vivo y espiritual fue reemplazada por la concepción de un mundo similar a una máquina; la máquina del mundo se volvió la metáfora dominante de la era moderna. Esta evolución fue el resultado de varios cambios revolucionarios en el campo de la física y de la astronomía que cul­minaron en las teorías de Copérnico, Galileo y Newton. La ciencia del siglo XVII se basaba en un nuevo método de investigación, de­fendido enérgicamente por Francis Bacon, que incluía dos teorías: la descripción matemática de la naturaleza y el método analítico de razonamiento concebido por el genio cartesiano. Los historiadores dieron a este periodo el nombre de la era de la Revolución Científica en reconocimiento al importante papel desempeñado por la ciencia en la realización de estos cambios trascendentales.
La Revolución Científica comienza con Nicolas Copérnico. Sus teorías invalidaron la visión geocéntrica expuesta por Tolomeo y des­crita en la Biblia; dicha visión había sido el dogma aceptado durante más de mil años. A partir de este momento, el mundo ya no fue considerado el centro del universo sino un planeta más que gira en torno a una estrella menor situada al borde de la galaxia; como consecuencia de ello; el hombre fue despojado de la orgullosa convicción de creerse la figura central de la creación divina. Copérnico era ple­namente consciente de que la publicación de sus ideas ofendería de forma profunda la conciencia religiosa de su época y por ello no quiso exponerlas hasta 1543, año de su muerte, e incluso entonces presentó su visión heliocéntrica como una mera hipótesis pragmá­tica.
La herencia de Copérnico fue recogida por Johannes Kepler. Este científico y místico trató de encontrar la armonía de las esferas me­diante un estudio minucioso de las tablas astronómicas y logró for­mular sus famosas leyes empíricas sobre el movimiento planetario, que confirmaron ulteriormente el sistema ideado por Copérnico. Pero el verdadero cambio en la esfera científica no se produjo hasta que Galileo Galilei, ya famoso por su descubrimiento de las leyes que rigen la caída de los cuerpos, no comenzó a interesarse por la astronomía. Apuntando en dirección al cielo el recién inventado te­lescopio y aplicando su extraordinario don de observación a los fe­nómenos celestes, Galileo logró poner en duda la antigua cosmología y afirmar la validez científica de la hipótesis concebida por Copér­nico.
La parte desempeñada por Galileo en la Revolución Científica va más allá de sus éxitos en el campo de la astronomía, si bien éstos fueron los más célebres a causa del enfrentamiento que tuvo con la Iglesia. Galileo fue el primero en utilizar la experimentación cien­tífica junto con un lenguaje matemático para formular las leyes na­turales que descubrió y por ello se lo considera el padre de la ciencia moderna. «La filosofía —afirmaba— está escrita en el gran libro que se abre ante nosotros, pero para entenderlo tenemos que apren­der el lenguaje y descifrar los caracteres con los que está escrito. El lenguaje es la matemática y los caracteres son los triángulos, los cír­culos y las demás figuras geométricas»1. Estas dos facetas de la obra de Galileo —el enfoque empírico y la descripción matemática de la naturaleza— supusieron un gran adelanto para su época y se con­virtieron en las características dominantes de la ciencia del siglo XVII.
Hasta el día de hoy se las utiliza como criterio para cualquier teoría científica.
Según Galileo, para que fuese posible describir la naturaleza ma­temáticamente, los científicos tenían que limitarse al estudio de las propiedades esenciales de los cuerpos materiales —formas, números y movimiento— que pudiesen ser medidas o contadas. Las restantes propiedades —el color, el sonido, el sabor o el olor— eran consi­deradas simplemente una proyección mental subjetiva que debía ser excluida del dominio de la ciencia2. La estrategia de Galileo —dirigir el interés del científico a las propiedades cuantificables de la mate­ria— ha tenido gran éxito en la ciencia moderna pero, por otro lado, también le ha infligido graves pérdidas, como nos recuerda el psi­quiatra R.D. Laing: «Desaparece la vista, el oído, el sabor, el tacto y el olfato y junto con ellos se van también la estética y el sentido ético, los valores, la calidad y la forma, esto es, todos los sentimientos, los motivos, el alma, la conciencia y el espíritu. Las ex­periencias de esta índole han sido desterradas del reino del discurso científico»3. Según Laing, la obsesión de los científicos por las me­didas y cantidades ha sido el factor determinante de los cambios ocu­rridos durante los últimos cuatrocientos años.
Mientras, en Italia Galileo ideaba sus ingeniosos experimentos, en Inglaterra Francis Bacon exponía sus teorías sobre el método em­pírico. Bacon fue el primero en formular una teoría clara del pro­cedimiento inductivo que consiste en extraer una conclusión de ca­rácter general a partir de un experimento y luego confirmarla con otros experimentos. Bacon defendió sus planteamientos enérgica­mente y llegó a tener una gran influencia en el pensamiento de su época; se enfrentó con audacia a las escuelas filosóficas tradicionales y desarrolló una verdadera pasión por la experimentación científica.
El «espíritu baconiano» modificó profundamente los objetivos y la naturaleza de la investigación científica. Desde la antigüedad, la ciencia había tenido como meta el conocimiento, la comprensión del orden natural y la vida en armonía con este orden. El hombre bus­caba el conocimiento científico «para gloria de Dios» o, en la civi­lización china, «para seguir el orden natural» y «confluir en la co­rriente del Tao»4. Todos estos objetivos eran yin, o integradores; hoy diríamos que los científicos de aquella época tenían una postura básica ecológica. Pero en el siglo XVII esta actitud se transformó en su polo opuesto, pasando del yin al yang, de la integración a la au­toafirmación. Con Bacon la ciencia comenzó a tener como fin un tipo de conocimiento que permitiera dominar y controlar la natu­raleza conocimientos que hoy se emplean junto con la tecnología para lograr objetivos que son profundamente antiecológicos.
Los términos que Bacon utilizaba para defender su nuevo método empírico no sólo eran apasionados sino que, a menudo, se podían tachar de atroces. En su opinión, la naturaleza tenía que ser «acosada en sus vagabundeos», «sometida y obligada a servir», «esclavizada»; había que «reprimirla con la fuerza» y la meta de un científico era «torturarla hasta arrancarle sus secretos»5. Es probable que muchas de estas imágenes le fueran inspiradas por los procesos de brujería que se celebraban con frecuencia en su época. Como fiscal del Tri­bunal Supremo durante el reinado de Jaime I, Bacon estaba muy familiarizado con estos juicios y, por consiguiente, no es raro que utilizara las metáforas escuchadas en la sala de tribunales para sus escritos científicos. De hecho, la comparación de la naturaleza con una hembra a la que se había de torturar con artilugios mecánicos para arrancarle sus secretos sugiere claramente que la tortura a mu­jeres era una práctica muy difundida en los procesos por brujería a comienzos del siglo XVI6. Por consiguiente, la obra de Bacon es un ejemplo significativo de la influencia que la mentalidad patriarcal tuvo en el desarrollo del pensamiento científico.
El antiguo concepto de la tierra/madre se transformó radicalmente en la obra de Bacon y desapareció por completo cuando la Revo­lución Científica reemplazó la visión orgánica del mundo con la me­táfora del mundo/máquina. Este cambio, que llegaría a tener una importancia abrumadora en la evolución ulterior de la civilización occidental, fue iniciado y completado por dos grandes figuras del siglo XVII: René Descartes e Isaac Newton.

A Descartes se lo suele considerar el fundador de la filosofía mo­derna. Brillante matemático, sus ideas filosóficas fueron afectadas por la nueva física y la astronomía. Descartes rechazó los conceptos tradicionales y se propuso crear un sistema de pensamiento total­mente nuevo. Según Bertrand Russell: «Esto no había ocurrido desde Aristóteles y es una señal de la seguridad que el hombre de nuestro tiempo tiene en sí mismo; esta confianza es un resultado del progreso científico. La novedad de los conceptos que (Descartes) plantea en su obra no se halla en ningún otro filósofo eminente del pasado, salvo en Platón»7.
A la edad de veintitrés años Descartes tuvo la visión reveladora que iba a determinar toda su vida8. Después de meditar durante va­rias horas y examinar sistemáticamente toda la sabiduría que había acumulado, le sobrevino una ráfaga de inspiración y comprendió «las bases de una maravillosa ciencia» en la que se fusionarían todos los conocimientos. En una carta que escribe a un amigo para explicarle su ambiciosa meta, Descartes parece haber tenido un presagio de esta intuición: «Y para no ocultarte nada sobre la naturaleza de mi obra, te diré que me gustaría dar al público... una ciencia completamente nueva que resolviese en términos generales todos los problemas de cantidad, sean éstos continuos o discontinuos»9. En su visión, Descartes concibió la manera de llevar a cabo su plan. Vio un método que le permitiría construir toda una ciencia de la naturaleza de la que podía estar totalmente seguro; una ciencia que, como la matemática se apoyaría en ciertos principios básicos evidentes. Descartes quedó pasmado ante esta revelación. Sintió que acababa de hacer el descubrimiento más importante de su vida y no le cupo la menor duda de que la visión fuese una suerte de inspiración divina. A la noche siguiente tuvo un sueño extraordinario durante el cual la visión se le presentó en forma simbólica y esto contribuyó a reforzar la convicción de su origen divino. Entonces Descartes se persuadió de que Dios le había encomendado una misión y se propuso establecer una nueva filosofía científica.
En virtud de esta visión, Descartes quedó firmemente convencido de la certeza de los conocimientos científicos y se decía a sí mismo, que su vocación era distinguir la verdad del error en todos los campos del estudio. «Toda la ciencia —escribió— es sabiduría cierta evidente. Rechazamos todos los conocimientos que sólo son probables y establecemos que no debe darse asentimiento sino a los que son perfectamente conocidos y de los que no cabe dudar»10.
La fe en la certeza absoluta de la ciencia está en el origen mismo de la filosofía cartesiana y de la visión del mundo que deriva de ella, sin embargo fue aquí, desde el principio, donde Descartes se equivocó. En el siglo XX la física nos ha demostrado con la fuerza de sus argumentos, que no existe una certeza científica absoluta y que todos nuestros conceptos y nuestras teorías son limitados y aproximativos.
La filosofía cartesiana de la certeza científica absoluta es aún muy popular y se refleja en el cientifismo que caracteriza a nuestra civilización occidental. Muchos de nuestros contemporáneos, científicos y no científicos, están convencidos de que éste es el único método válido para entender el universo. El método del pensamiento cartesiano y su visión de la naturaleza han influido en todas las ramas de la ciencia moderna y pueden seguir utilizándose siempre y cuando se admitan sus limitaciones. Aceptar la visión de Descartes como la verdad absoluta y su método como una manera válida de lograr el conocimiento ha sido una de las principales causas de nuestro desequilibrio cultural.
La certidumbre cartesiana es matemática en esencia. Descartes creía que la clave del universo se hallaba en su estructura matemática y, para él, ciencia era sinónimo de matemáticas. Por esta razón es­cribió, con respecto a las propiedades de los objetos físicos: «Sólo admito como verdadero lo que haya sido deducido —con la claridad de un ejemplo matemático— de unas nociones comunes acerca de las cuales no quepa la menor duda. Como todos los fenómenos de la naturaleza pueden explicarse de esta manera, creo que no tenemos necesidad de admitir otros principios de la física y tampoco hemos de desearlos»11.
Como Galileo, Descartes pensaba que la matemática es el lenguaje de la naturaleza —«ese gran libro que se abre ante nosotros»— y su deseo de describir el mundo en términos matemáticos lo llevó a rea­lizar su más famoso descubrimiento. Aplicando las relaciones nu­méricas a figuras geométricas, logró establecer una correlación entre el álgebra y la geometría y con ello creó una nueva rama de las ma­temáticas, que hoy se conoce como geometría analítica. Dicha cien­cia incluyó la representación de curvas mediante ecuaciones alge­braicas cuyas soluciones Descartes estudió de manera sistemática. El nuevo método le permitió aplicar un análisis matemático más general al estudio de los cuerpos en movimiento de acuerdo con su grandioso proyecto de establecer una relación matemática exacta en todos los fenómenos físicos. Con ello podía decir orgullosamente: «Toda mi física no es más que geometría»12.
Descartes fue un genio de las matemáticas y esto se refleja en su filosofía. A fin de realizar su proyecto de crear una ciencia natural completa y exacta, desarrolló un nuevo método de razonamiento y lo expuso en su famosísimo libro Discurso del método. Aunque este texto es hoy uno de los grandes clásicos de la filosofía, no fue con­cebido como tal, sino más bien como una introducción a la ciencia. El método cartesiano tenía como meta llegar a la verdad científica, como claramente se ve en el título completo del libro: «Discurso del método para guiar correctamente el razonamiento y encontrar la ver­dad en las ciencias»
La clave del método cartesiano se halla en la duda radical. Des­cartes pone en duda todo aquello de que sea posible dudar —toda la sabiduría tradicional, las impresiones de los sentidos y hasta el hecho de tener un cuerpo— hasta llegar a un punto sobre el cual no cabe albergar ninguna duda: su existencia como sujeto pensante. De ahí su famosa afirmación: «Cogito ergo sum» («Pienso, luego existo»). De este principio deduce que la esencia de la naturaleza humana se halla en el pensamiento y que todo aquello que sea per­cibido con gran claridad y distinción es absolutamente cierto. A este concepto tan claro y distinto —«un concepto de la mente pura y atenta»13—, Descartes lo llama «intuición» y afirma que «el hombre, para llegar a un conocimiento absolutamente cierto de la verdad, sólo puede guiarse por la intuición evidente y la deducción necesaria»14. El conocimiento cierto, por consiguiente, sólo se obtiene mediante la intuición y la duda, los dos instrumentos utilizados por Descartes en una tentativa de reconstruir el edificio de la sabiduría sobre ci­mientos más firmes.
El método cartesiano es analítico, esto es, consiste en dividir los pensamientos y problemas en cuantas partes sea posible y luego dis­ponerlos según un orden lógico. El método de razonamiento ana­lítico quizá sea la principal contribución de Descartes a la ciencia. El racionalismo se ha convertido en una característica esencial del, pensamiento científico moderno y ha demostrado su utilidad en el desarrollo de teorías científicas y en la realización de proyectos tecnológicos extremadamente complejos. Gracias al método cartesiano, la NASA logró poner a un hombre en la luna. Por otro lado, la excesiva importancia dada al racionalismo es una de las causas que caracterizan tanto a nuestras ideas generales como a nuestras disci­plinas académicas, además de propiciar la postura reduccionista —la convicción de que hay que reducir los fenómenos complejos a sus partes constitutivas para lograr entenderlos— tan difundida en el mundo de hoy.
El Cogito —nombre que hoy se da al método cartesiano— hizo que para él la razón fuese más cierta que la materia y le hizo llegar a la conclusión de que ambas cosas eran entes separados y básica­mente distintos. Por consiguiente, afirmó que «el concepto de cuerpo no incluye nada que pertenezca a la mente y el de mente, nada que pertenezca al cuerpo»15. La distinción que Descartes hizo entre la mente y el cuerpo ha calado hondo en la civilización occi­dental. Nos ha enseñado a pensar en nosotros mismos como egos aislados «dentro» de nuestro cuerpo; nos ha hecho conceder más valor al trabajo intelectual que al manual; a las grandes industrias les ha permitido vender al público —especialmente al público feme­nino— productos que le darían el «cuerpo ideal»; a los médicos les ha impedido considerar las dimensiones psicológicas de las enfer­medades y a los psicoanalistas ocuparse del cuerpo de sus pacientes. En las ciencias humanas, la distinción cartesiana ha provocado una infinita confusión sobre la relación que existe entre la mente y el cerebro; en física, ha hecho que los fundadores de la mecánica cuán­tica se enfrenten a enormes obstáculos en sus observaciones de los fenómenos atómicos. Según Heisenberg, que luchó contra este pro­blema durante muchos años: «En los últimos tres siglos esta división ha ido penetrando profundamente en la mente humana, y pasará mu­cho tiempo antes de que pueda ser reemplazada con una postura ver­daderamente diferente ante el problema de la realidad»16.
Descartes basaba toda su visión de la naturaleza en esta división fundamental existente entre dos campos independientes y separados: el del pensamiento o res cogitans, la «substancia pensante», y el de la materia o res extensa, la «substancia extensa». Tanto la mente como la materia eran obra de Dios; Él representaba el punto de re­ferencia de ambas cosas al ser el origen del orden natural exacto y de la luz de la razón que permitía al ser humano reconocer este or­den. Para Descartes, Dios era un elemento esencial de su discurso filosófico, pero los científicos que desarrollaron sus teorías según la distinción cartesiana entre la mente y la materia omitieron cualquier referencia explícita a la presencia divina: las humanidades se concen­traron en la res cogitans y las ciencias naturales en la res extensa.
Según Descartes el universo material era una máquina y sólo una máquina. En la materia no había ni vida, ni metas, ni espiritualidad. La naturaleza funcionaba de acuerdo con unas leyes mecánicas, y todas las cosas del mundo material podían explicarse en términos de la disposición y del movimiento de sus partes. Esta imagen meca­nicista de la naturaleza fue el paradigma que dominó la ciencia des­pués de Descartes, marcando la pauta de las investigaciones cientí­ficas y sugiriendo la formulación de todas las teorías sobre los fe­nómenos naturales, hasta que la física del siglo XX efectuó un cambio radical. Toda la elaboración de la ciencia mecanicista que tuvo lugar entre el siglo XVII y el siglo XIX —incluida la grandiosa síntesis newtoniana— fue sólo una evolución de la idea cartesiana. Descartes dio una estructura general al pensamiento científico con su visión de la naturaleza como una máquina perfecta regida por leyes matemá­ticas exactas.
El cambio drástico en la imagen de la naturaleza —de organismo a máquina— afectó profundamente la actitud de las personas hacia su entorno natural. La visión orgánica del mundo durante la Edad Media había sugerido un sistema de valores propicios a un compor­tamiento ecológico. En palabras de Carolyn Merchant:
La imagen de organismo vivo y de madre que se le daba a la tierra fue utilizada como obstáculo cultural para limitar las acciones de los seres humanos. No es nada fácil matar a la propia madre, hurgar en sus entrañas en búsqueda de oro o mutilar su cuerpo... Mientras se pensó en la tierra como algo vivo y sensible, podía considerarse como falta de ética del comportamiento humano el llevar a cabo actos des­tructivos en contra de ella17.
Estos límites culturales desaparecieron con la mecanización de la ciencia. La concepción mecanicista del universo ideada por Descartes proporcionó la autorización «científica» para la manipulación y la explotación de los recursos naturales que se ha convertido en una constante de la cultura occidental. De hecho, Descartes compartía la opinión de Bacon en cuanto a que la meta de la ciencia era dominar y controlar la naturaleza y afirmaba que podía utilizarse el conoci­miento científico para «convertirnos en los amos y dueños de la na­turaleza»18.
En su tentativa de crear una ciencia natural completa, Descartes incluyó a los organismos vivos dentro de su visión mecanicista de la materia. Las plantas y los animales se consideraban simples máqui­nas; los seres humanos estaban habitados por un alma racional que se conectaba con el cuerpo mediante la glándula pineal, situada en el centro del cerebro. En cuanto al cuerpo humano, era imposible diferenciarlo de un animal/máquina. Descartes explicó detallada­mente la manera de reducir los movimientos y las funciones bioló­gicas del cuerpo a simples operaciones mecánicas, a fin de demostrar que los organismos vivos eran meros autómatas. La imagen del au­tómata denota la influencia que en él —como hombre de su tiempo, el barroco siglo XVI— ejercieron aquellas maquinarias ingeniosas, «casi vivas», que deleitaban al público por la magia de sus movi­mientos aparentemente espontáneos. Como muchas personas de su generación, Descartes estaba fascinado por esos autómatas y llegó incluso a construir varios. Inevitablemente, estableció una compa­ración entre sus creaciones y el funcionamiento de los organismos vivos: «Vemos que los relojes, las fuentes artificiales, los molinos y otras máquinas semejantes, a pesar de haber sido creadas por el hom­bre, tienen la facultad de moverse por sí mismas de diferentes ma­neras... No reconozco ninguna diferencia entre las máquinas de los artesanos y los diferentes cuerpos creados por la naturaleza»19.
En la época de Descartes la relojería había alcanzado un alto nivel de perfeccionamiento y, por consiguiente, el reloj era un modelo privilegiado para otras máquinas automáticas. Descartes comparaba a los animales a «un reloj... hecho... de ruedas y muelles» y extendió la comparación al cuerpo humano: «Veo el cuerpo humano como una máquina... En mi opinión... un enfermo y un reloj mal hecho pueden compararse con mi idea de un hombre sano y un reloj bien hecho»"20
La visión cartesiana de los organismos vivos tuvo una influencia decisiva en la evolución de las ciencias humanas. Describir minucio­samente los mecanismos que constituyen los organismos vivos ha sido la tarea principal de todos los biólogos, los sociólogos y los psicólogos en los últimos trescientos años. El enfoque cartesiano ha tenido mucho éxito —especialmente en el campo de la biología—pero también ha limitado los posibles caminos de la investigación científica. El problema está en que los científicos, alentados por el éxito obtenido tratando a los organismos vivos como máquinas, tien­den a creer que estos organismos son sólo máquinas. Las conse­cuencias negativas de esta falacia reduccionista se han vuelto clarí­simas en la medicina; los médicos, suscritos a la imagen cartesiana del cuerpo humano como un mecanismo de relojería, no pueden en­tender muchas de las principales enfermedades presentes en el mundo de hoy.
Ésta, pues, es la «maravillosa ciencia» de Descartes. Utilizando un método de pensamiento analítico creado por él, trató de explicar con precisión todos los fenómenos naturales por un sistema único de principios mecánicos. De este modo pensaba lograr una ciencia a exacta cuyos conceptos fueran de una certeza matemática absoluta. Por supuesto, Descartes no logró llevar a cabo su ambicioso pro­yecto y él mismo reconoció que no había podido llevar a término su filosofía científica. A pesar de ello, el método de razonamiento y el esquema general de la teoría sobre los fenómenos naturales han de­terminado el pensamiento científico de Occidente durante tres siglos.
Hoy, a pesar de que se comienzan a vislumbrar las severas limitaciones de la visión cartesiana del mundo, el método de enfocar los problemas intelectuales y la claridad de razonamiento de Descartes siguen vigentes. Recuerdo que un día, después de pronunciar una conferencia sobre física moderna en el que había recalcado la im­portancia de las limitaciones del enfoque mecanicista en la cuántica y la necesidad de superar esta visión en otros campos, una mujer, francesa me felicitó por mi «lucidez cartesiana». Por ello Montesquieu escribía en el siglo XVIII: «Descartes enseñó a los que vinie­ron después de él cómo descubrir sus propios errores»21.
Descartes dio una estructura conceptual a la ciencia del siglo XVII, pero su idea de una máquina del mundo regida por leyes matemáticas siguió siendo sólo una visión ilusoria durante toda su vida. Lo único que pudo hacer fue trazar las líneas generales de su teoría sobre lo fenómenos naturales. El hombre que realizó el sueño cartesiano completó la Revolución Científica fue Isaac Newton. Nacido en Inglaterra en 1642, año de la muerte de Galileo, Newton desarrolla toda una fórmula matemática del concepto mecanicista de la natu­raleza y con ella sintetizó magníficamente las obras de Copérnico y de Kepler, y también las de Bacon, Galileo y Descartes. La física newtoniana, logro supremo de la ciencia del siglo XVII, estableció una teoría matemática del mundo que se convirtió en la base del pensamiento científico hasta mediados del siglo XX. Newton tenía una comprensión de las matemáticas muy superior a la de cualquiera de sus contemporáneos. Inventó el cálculo diferencial, un método totalmente nuevo para describir el movimiento de los cuerpos sólidos que iba mucho más allá de las técnicas matemáticas de Galileo y de Descartes. Este tremendo logro intelectual fue elogiado por Einstein con estas palabras: «Quizá este sea el mayor avance en el campo intelectual que un solo individuo haya tenido el privilegio de ha­cer»22
Kepler había deducido las leyes empíricas del movimiento plane­tario mediante el estudio de las tablas astronómicas, y Galileo había realizado ingeniosos experimentos para descubrir las leyes de la caída de los cuerpos. Newton aunó los descubrimientos de sus predece­sores, formulando las leyes generales del movimiento que rigen to­dos los objetos del sistema solar, desde las piedras hasta los planetas.

Según la leyenda, Newton tuvo la revelación decisiva de su ciencia un día que, sentado bajo un árbol, vio caer una manzana. Le sobre­vino una ráfaga de inspiración y comprendió que la manzana estaba siendo atraída hacia la tierra por la misma fuerza que atraía los pla­netas hacia el sol; de esta manera encontró la clave de su genial sín­tesis. Después utilizó su nuevo método matemático para formular las leyes exactas del movimiento para todos los cuerpos en los que influyen la fuerza de gravedad. La importancia de estas leyes se basa en su aplicación universal. Por el hecho de ser válidas para todo el sistema solar parecían confirmar la visión cartesiana de la naturaleza. El universo newtoniano era, en efecto, un enorme sistema mecánico regido por leyes matemáticas exactas.
En su libro Principios Matemáticos de la Filosofía Natural, New­ton expuso su teoría con gran lujo de detalles. Los Principia (dimi­nutivo del título original latino de la obra) comprenden un vasto sistema de definiciones, proposiciones y pruebas, que los científicos admitieron como la correcta descripción de la naturaleza durante más de doscientos arios. También contienen un comentario explícito del método experimental newtoniano, que su autor veía como un pro­cedimiento sistemático en el cual la descripción matemática se basa en una evaluación crítica de las pruebas experimentales realizada en cada una de sus etapas.
Todo lo que no se pueda deducir de los fenómenos ha de llamarse hipótesis; y las hipótesis, sean metafísicas o físicas, sean de calidades ocultas o mecánicas, no tienen cabida en la filosofía experimental. En esta filosofía las proposiciones particulares se deducen de los fenó­menos y después se universalizan por inducción23.

viernes, 10 de junio de 2016

Promedio final.

ORDEN: Nombre y Apellido - 2da prueba - Promedio final - Calidad.

Lemoos, Camila - 8 - 8 - Eximida
Mettetiere, Lorena - 6 - 8 - Eximida.
Alvez, Lucia - 7 - 8 - Eximido.
Da costa, Sergio -  10 - 10 - Eximido.
Soto, Andrea - 7 - 8 - Eximida
Alvarez, Lucia - 6 - 7 - Eximida
Amarelle,  Valentina (No registrate tu nombre en la prueba) - 5 - 7 - Eximida
Villalva, Fernando - 5 - 6- Reglamentado.
Birò, Martin - s/c - 6- Eximido
Peralta, Claudio - s/c No realiza - 8 - Eximido.
La Camera - s/c No realiza - 6 - Eximido.

Me informaron que la 2da sumativa debe quedar archivada en el liceo, no la pueden llevar. Si la pueden pedir para ver.
Deben estudiar las definiciònes de Falacias informales y ver ejemplos. Se equivocaron varios en este punto.

Solo para Nocturno de Liceo Bauzá - Nº6



Programa analítico sintético de Filosofía.
Grupo – 5to BA semestral
Liceo Nº6 “Bauzá” – Nocturno
Profesora: Daniela Zapata.

Unidad I- Introducción a la asignatura.
Concepto de espiritu filosófico de Vaz Ferreira.
Características del pensar filosófico. Problemas y ramas de la filosofía.
Jasper. Comienzo y Origen de la filosofía. (Duda, asombro y situación límite).
Comienzo de la Filosofía: Hipótesis de los historiadores: Burnet, Vernant y Conford.

Unidad II – Gnoseología.
Preguntas guía: ¿Podemos conocer? ¿Cómo conocemos? ¿Podemos confiar en los sentidos? ¿Cómo es valorado el conocimiento científico? ¿Quién puede conocer?

Platón: “Alegoría de la caverna”, “Alegoría de la Línea”, Teoría de la ideas.
Concepto de Realismo ontológico y epistemológico. Concepto de realismo en el Arte.
Neurociencia: Investigaciones entorno a la percepción, ¿El mundo es cómo lo vemos?
Aristóteles: Selección de “La metafísica”. Libro I y II. Valoración de los sentidos. Conocimiento experto y artístico. Caracterización del sabio, el artista, el experto y el ignorante.

Unidad III – Argumentación.
Materiales elaborados principalmente desde libro de Raquel Ginovart “Cómo hacer cosas con razones” y Antony Weston “Las claves de la argumentación”.

Definición de Argumentación. Cuándo es posible argumentar. Ventajas de aprender a argumentar.
Def. de razonamiento. Definición de lógica. Diferencia entre verdad y validez. Ejemplos.
Diferencia entre convencer y persuadir.
Juicio de razón y Juicio de hecho. Ejemplos.
Detección y elaboración de un argumento corto.
Definición de Falacia. Clasificación en formales y no formales.
Trabajamos apelación al pueblo, apelación a la fuerza, apelación a la autoridad, ad hominem, causa falsa, apelación a la ignorancia.
Ejemplos de falacia.

Unidad IV – El sujeto que conoce.
¿Cuáles son las causas de nuestras conductas? ¿Podemos conocerlas?
Respondemos desde el condicionamiento operante de Skinner y desde el psicoanálisis de Freud.

Skinner - Def. de conducta. Reforzamiento negativo y positivo. Motivación extinción. Castigo de escape o huida y por presentación de elemento aversivo.
Freud – Primer y Segunda tópica. Concepto de Inconsciente.

Alumnos reglamentados: corresponde todas las unidades.
Alumnos eximidos: corresponde rendir la segunda prueba (Examen) de Unidad III en adelante.

Unidad IV - Freud - Las tópicas.



Unidad IV - Freud - Las tópicas

Tal y como aclaran Jean Laplanche y Jean-Bertrand Pontalis en su "Diccionario de Psicoanálisis" Tópica hace referencia a una "Teoría o punto de vista que supone una diferenciación del aparato psíquico en cierto número de sistemas dotados de características o funciones diferentes y dispuestos en un determinado orden entre sí, lo que permite considerarlos metafóricamente como lugares psíquicos de los que es posible dar una representación espacial figurada. Corrientemente se habla de dos tópicas freudianas, la primera en que se establece una distinción fundamental entre inconsciente, preconsciente y consciente, y la segunda que distingue tres instancias: el ello, el yo, el superyó".
Primera tópica: consciente, preconsciente e inconsciente
La conciencia es la cualidad momentánea que caracteriza las percepciones externas e internas dentro del conjunto de los fenómenos psíquicos. El término inconsciente se utiliza para connotar el conjunto de los contenidos no presentes en el campo actual de la conciencia. Está constituido por contenidos reprimidos que buscan regresar a la conciencia o bien que nunca fueron conscientes y su cualidad es incompatible con la conciencia. El 'preconsciente' designa una cualidad de la psique que califica los contenidos que no están presentes en el campo de la conciencia pero pueden devenir en conscientes. Los estados reprimidos son aquellos que no se les puede acceder sin una hipnosis, generalmente son revelaciones a través de imágenes retenidas durante el tiempo de vida de cada individuo.
Segunda tópica: el Ello, el Yo y el Superyó

El Ello es la instancia más antigua y original de la personalidad y la base de las otras dos. Comprende todo lo que se hereda o está presente al nacer, se presenta de forma pura en nuestro inconsciente. Representa nuestros impulsos o pulsiones más primitivos. Constituye, según Freud, el motor del pensamiento y el comportamiento humano. Opera de acuerdo con el principio del placer y desconoce las demandas de la realidad.
El Superyó es la parte que contrarresta al ello, representa los pensamientos morales y éticos recibidos de la cultura. Consta de dos subsistemas: la "conciencia moral" y el ideal del yo. La "conciencia moral" se refiere a la capacidad para la autoevaluación, la crítica y el reproche. El ideal del yo es una autoimagen ideal que consta de conductas aprobadas y recompensadas.
El Yo es una parte del ello modificada por su proximidad con la realidad y surge a fin de cumplir de manera realista los deseos y demandas del ello de acuerdo con el mundo exterior, a la vez que trata de conciliarse con las exigencias del superyó. El yo evoluciona a partir del ello y actúa como un intermediario entre éste y el mundo externo. El yo sigue al principio de realidad, satisfaciendo los impulsos del ello de una manera apropiada en el mundo externo. Utiliza el pensamiento realista característico de los procesos secundarios. Como ejecutor de la personalidad, el yo tiene que medir entre las tres fuerzas que le exigen: las del mundo de la realidad, las del ello y las del superyó, el yo tiene que conservar su propia autonomía por el mantenimiento de su organización integrada.
Los papeles específicos desempeñados de las entidades ello, yo y superyó no siempre son claros, se mezclan en demasiados niveles. La personalidad consta según este modelo de muchas fuerzas diversas en conflicto inevitable.

Mecanismos de defensa.

Freud define la represión como un mecanismo de defensa cuya esencia consiste en rechazar y mantener alejados de la consciencia determinados elementos que son dolorosos o inaceptables para el yo. Estos pensamientos o ideas tienen para Freud un contenido sexual. La represión se origina en el conflicto psíquico que se produce por el enfrentamiento de exigencias internas contrarias entre un deseo que reclama imperativamente su satisfacción y las prohibiciones morales. El yo se defiende del dolor que causa la incompatibilidad reprimiendo el deseo.
En los sueños opera la condensación. Varios elementos presentes en el sueño latente se conjugan, se unen en un mismo elemento; pueden ser fragmentos de imágenes, frases o trozos de ideas. Estos fragmentos de vivencias siempre estarán unidos de alguna forma por elementos comunes, que los relacionan y aparecen durante el análisis por medio de la asociación libre. Un ejemplo de condensación se da cuando soñamos con una persona que reúne rasgos de diferentes personas, a veces se presenta como una persona determinada y de pronto se convierte o desempeña el papel de alguna otra más.
El desplazamiento, que también se presenta en los sueños, consiste en que la intensidad, la importancia y la cantidad de afecto de algunas ideas se desplaza hacia otras de manera que puede mostrar como importante algún elemento que en realidad es superfluo y, por el contrario, mostrar como imprecisos y sin importancia elementos importantes que por lo general corresponden a recuerdos de la infancia. El desplazamiento es el proceso que más influye en ocultar el sentido latente del sueño. Cuanto más confuso y oscuro es un sueño, más ha sido influido por el desplazamiento.

El desarrollo libidinal. Pulsión y Libido.
El psicoanálisis emplea el término pulsión (impulso que tiende a la consecución de un fin) para el estudio del comportamiento humano. Se denomina pulsión a las fuerzas derivadas de las tensiones somáticas en el ser humano, y las necesidades del ello; en este sentido las pulsiones se ubican entre el nivel somático y el nivel psíquico.
La pulsión es un impulso que se inicia con una excitación corporal (estado de tensión), y cuya finalidad última es precisamente la supresión de dicha tensión.
Hay dos tipos de pulsiones, la pulsión sexual o de vida (Eros) y la pulsión de muerte (Thánatos). Para el psicoanálisis el impulso sexual tiene unas acotaciones muy superiores a lo que habitualmente se considera como sexualidad. La libido es la energía pulsional, y puede presentar diferentes alternativas según esté dirigida a los objetos (libido objetal), o bien se dirija al propio Yo (libido narcisista).


Sigmund Freud: justificación del concepto de lo inconsciente.

 

Desde muy diversos sectores se nos ha discutido el derecho a aceptar la existencia de un psiquismo inconsciente y a laborar científicamente con esta hipótesis. Contra esta opinión podemos argüir que la hipótesis de la existencia de lo inconsciente es necesaria y legítima, y, además, que poseemos múltiples pruebas de su exactitud. Es necesaria, porque los datos de la conciencia son altamente incompletos. Tanto en los sanos como en los enfermos surgen con frecuencia actos psíquicos cuya explicación presupone otros de los que la conciencia no nos ofrece testimonio alguno. Actos de este género son no sólo los actos fallidos y los sueños de los individuos sanos, sino también todos aquellos que calificamos de un síntoma psíquico o de una obsesión en los enfermos. Nuestra cotidiana experiencia personal nos muestra ocurrencias cuyo origen desconocemos y conclusiones intelectuales cuya elaboración ignoramos. Todos estos actos conscientes resultarán faltos de sentido y coherencia si mantenemos la teoría de que la totalidad de nuestros actos psíquicos ha de sernos dada a conocer por nuestra conciencia y, en cambio, quedarán ordenados dentro de un conjunto coherente e inteligible si interpolamos entre ellos los actos inconscientes que hemos inferido. Esta ganancia de sentido constituye, de por sí, motivo justificado para traspasar los límites de la experiencia directa. Y si luego comprobamos que tomando como base la existencia de un psiquismo inconsciente podemos estructurar un procedimiento eficacísimo, por medio del cual influir adecuadamente sobre el curso de los procesos conscientes, este éxito nos dará una prueba irrebatible de la exactitud de nuestra hipótesis. Habremos de situarnos entonces en el punto de vista de que no es sino una pretensión insostenible el exigir que todo lo que sucede en lo psíquico haya de ser conocido por la conciencia. [...]

 

El nódulo del sistema Inc. está constituido por representaciones de instintos que aspiran a derivar su carga, o sea por impulsos de deseos. Estos impulsos instintivos se hallan coordinados entre si y coexisten sin influir unos sobre otros ni tampoco contradecirse. Cuando dos impulsos de deseos cuyos fines nos parecen inconciliables son activados al mismo tiempo, no se anulan recíprocamente sino que se unen para formar un fin intermedio, o sea una transacción.

 

En este sistema no hay negación ni duda alguna, ni tampoco grado ninguno de seguridad. Todo esto es aportado luego por la labor de la censura que actúa entre los sistemas Inc. y Prec. La negación es una sustitución a un nivel más elevado de la represión. En el sistema Inc. no hay sino contenidos más o menos enérgicamente catectizados.

 

Reina en él una mayor movilidad de las intensidades de carga. Por medio del proceso del desplazamiento puede una idea transmitir a otra todo el montante de su carga, y por el de la condensación acoger en sí toda la carga de varias otras ideas. A mi juicio, deben considerarse estos dos procesos como caracteres del llamado proceso psíquico primario. En el sistema Prec. domina el proceso secundario. Cuanto tal proceso primario recae sobre elementos del sistema Pres., lo juzgamos «cómico» y despierta la risa.

 

Los procesos del sistema Inc. se hallan fuera del tiempo esto es, no aparecen ordenados cronológicamente, no sufren modificación ninguna por el transcurso del tiempo y carecen de toda relación con él. También la relación temporal se halla ligada a la labor del sistema Cc.

 

Los procesos del sistema Inc. carecen también de toda relación con la realidad Se hallan sometidos al principio del placer y su destino depende exclusivamente de su fuerza y de la medida en que satisfacen las aspiraciones comenzadas por el placer y el displacer.

 

Resumiendo, diremos que los caracteres que esperamos encontrar en los procesos pertenecientes al sistema Inc. son la falta de contradicción el proceso primario (movilidad de las cargas), la independencia del tiempo y la sustitución de la realidad exterior por la psíquica.

__________________________________________________

Metapsicología: lo inconsciente, en Obras completas, Biblioteca Nueva, Madrid 1968, Vol. I, p.1052-1061.

 

Sigmund Freud: instinto de vida, instinto de muerte

 

En nuestro estudio Más allá del principio del placer desarrollamos una teoría que sostendremos y continuaremos en el presente trabajo. Era esta teoría la de que es necesario distinguir dos clases de instintos, una de las cuales, los instintos sexuales, o el Eros, era la más visible y accesible al conocimiento, e integraba no sólo el instinto sexual propiamente dicho, no coartado, sino también los impulsos instintivos coartados en su fin y sublimados y derivados de él, y el instinto de conservación, que hemos de adscribir al yo, y el que opusimos justificadamente, al principio de la labor psicoanalítica, a los instintos objetivos sexuales. La determinación de la segunda clase de instintos nos opuso grandes dificultades, pero acabamos por hallar en el sadismo su representante. Basándonos en reflexiones teóricas, apoyadas en la biología, supusimos la existencia de un instinto de muerte, cuya misión es hacer retornar todo lo orgánico animado al estado inanimado, en contraposición al Eros, cuyo fin es complicar la vida y conservarla así, por medio de una síntesis cada vez más amplia de la sustancia viva, dividida en particular. Ambos instintos se conducen en una forma estrictamente conservadora, tendiendo a la reconstrucción de un estado perturbado por la génesis de la vida; génesis que sería la causa tanto de la continuación de la vida como de la tendencia a la muerte. A su vez, la vida sería un combate y una transacción entre ambas tendencias. La cuestión del origen de la vida sería, pues, de naturaleza cosmológica, y la referente al objeto y fin de la vida recibiría una respuesta dualista. (El yo y el ello, IV (Obras completas, 3 vols., Biblioteca Nueva, Madrid 1968, vol. 2, p. 21-22).

miércoles, 9 de marzo de 2016

Libro de Filosofía 2016 - Tomo I.

   
Unidad 1.

“Los filósofos ven los que todos ven, y piensan lo que nadie piensa.”[1]

“Pienso que todos estamos ciegos. Ciegos que pueden ver, pero que no miran.”









“El efecto principal de la filosofía es suscitar el espíritu filosófico, la crítica, la sinceridad de la posición mental: la completa sinceridad: saber qué es lo que se ignora, saberlo y sentirlo, y hasta aprender a ignorar, que es más difícil que aprender a saber.
La discusión para triunfar a de ser proscripta de esta aula más que de ninguna, ha de enseñarse a cambiar ideas para comprender mejor, para ver más aspectos de las cuestiones: si se quiere conservar el término discutir, ninguna clase se presta cómo esta para hacerlo bien, conservando el espíritu siempre dispuesto y sensible para la comprensión, para el cambio para la duda.”[2]

Unidad I

Introducción al pensamiento filosófico.



Parte I: ¿Cuándo comenzó la filosofía? ¿Cuál es el origen de la filosofía?

“(…) Sin embargo, comienzo no es lo mismo que origen. El comienzo es histórico y acarrea para los que vienen después un conjunto creciente de supuestos sentados por el trabajo mental ya efectuado. Origen es, en cambio la fuente de la que mana en todo tiempo el impulso que mueve a filosofar. Únicamente gracias a él resulta esencial la filosofía actual en cada momento y comprendida la filosofía anterior.”

Siguiendo la distinción que realiza el filósofo Karl Jaspers procederemos a profundizar el significado que otorga a comienzo y posteriormente a origen de la filosofía.

“El Comienzo es histórico”

A finales del siglo VII a.c. en el seno de la antigua civilización griega surge la filosofía como resultado de la actitud propia del hombre que es la de cuestionar y cuestionarse todo, como resultado de explicar coherentemente la realidad, todo lo que sucede a su alrededor.

En este sentido, el comienzo de la filosofía supuso un proceso complejo en el que el pensamiento racional fue derribando los mecanismos de construcción de representaciones míticas.

Este cambio en el pensamiento ocurre en paralelo con un cambio en la estructura social: de la monarquía, a la aristocracia y de ésta última a la consolidación de la polis griega.

¿Cómo es posible el comienzo de la filosofía? Desde los planteos de tres historiadores del siglo XX, Burnet, Cornford y Vernat.

“a)-La explicación de J. Burnet. Es la llamada tesis del "milagro griego". Según esta hipótesis la filosofía habría aparecido en Grecia de una manera abrupta y radical como fruto de la genialidad del pueblo griego. Esta hipótesis prescinde de los elementos históricos, socioculturales y políticos, por lo que termina por no explicar nada, cayendo en un círculo vicioso: Los griegos crean la filosofía porque son geniales, y son geniales porque crean la filosofía.

La mantiene en su obra "La Aurora de la filosofía griega", (1915).

b)-La explicación de F. M. Cornford. Defiende la tesis del desarrollo del pensamiento filosófico a partir del pensamiento mítico y religioso. Según esta hipótesis la filosofía sería el resultado de la evolución de las formas primitivas del pensamiento mítico de la Grecia del siglo VII antes de Cristo. Para Cornford existe "una continuidad real entre la primera especulación racional y las representaciones religiosas que entrañaba" de tal modo que "las maneras de pensar que, en filosofía, logran definiciones claras y afirmaciones explícitas ya estaban implícitas en las irracionales intuiciones de lo mitológico". En su obra "De la religión a la filosofía", (1912), Cornford explica cómo la estructura de los mitos de Hesíodo en la "Teogonía" se mantiene en las teorías de los primeros filósofos, rechazando éstos solamente el recurso a lo sobrenatural y la aceptación de la contradicción. Destaca la influencia educativa de Homero y Hesíodo en la constitución y posterior desarrollo de la civilización griega, y analiza también cómo algunos de los conceptos que serán fundamentales posteriormente en la filosofía, [ moira (hado, destino), diké, (justicia), physis, (naturaleza), ley, dios, alma, etc.] proceden directamente del pensamiento mítico-religioso griego. 


c)- La explicación de J. P. Vernant, en su obra "Mito y pensamiento en la Grecia antigua", (1965), añade importantes elementos derivados del contexto sociocultural, político y económico de la época para explicar cómo este paso del mito a la racionalidad fue posible, y por qué se produjo en Grecia en lugar de en otra civilización de la época. La inexistencia de una casta sacerdotal, la figura del sabio, el predominio de la ciudad, la transmisión pública del saber, la libertad individual y el desarrollo de la escritura, hacen posible la puesta en entredicho de las explicaciones cosmológicas y su sustitución por una forma de pensamiento que no entrañe la creencia y la superstición propias de los pensamientos mítico y religioso.

La estructura del mito hesiódico (en la "Teogonía") sirve de modelo según Vernant a toda la física Jonia, siguiendo a Cornford. En este mito, en efecto, la realidad se genera a partir de un estado inicial de indistinción, por segregación de parejas de contrarios que interactúan hasta acabar configurando toda la realidad conocida. Existen pues tres momentos fundamentales en el discurrir de la narración: 
1) Se parte de un estado de indistinción del elemento originario. 
2) De él brotan, por segregación, parejas de contrarios. 
3) Conforme a un ciclo siempre renovado se produce una continua interacción de contrarios.

C) Conclusiones

Ahora bien, esta misma estructura la encontramos en las explicaciones de los primeros filósofos jonios, pero en ellos ha tomado ya la forma de un problema: en la filosofía el mito esta racionalizado. El mito es animista, mágico, recurre a lo invisible como fundamento de lo visible, acepta lo sobrenatural y lo extraordinario. La cosmología de los primeros filósofos modifica su lenguaje y cambia de contenido: en lugar de narrar los acontecimientos sucesivos, define los primeros principios constitutivos del ser; en lugar de presentarnos una lucha de dioses nos ofrece un intercambio mecánico de procesos o fenómenos naturales. ¿Cuáles son las condiciones bajo las que se produce este cambio?
Para Vernant, el nacimiento de la filosofía es explicable aduciendo causas históricas y sociales. La inexistencia de una casta sacerdotal en Grecia, dadas las características especiales de la religión griega, elimina la posibilidad de instaurar un dogma religioso, así como la posibilidad de hacer de lo religioso un discurso cerrado, accesible sólo a los que pertenecen a la casta sacerdotal; no hay, pues, secretos que ocultar. El sabio, que es a la vez adivino, poeta, profeta, músico, médico, purificador, curandero, pero distinto del sacerdote o chamán de las religiones orientales, y que tiene el poder de ver y hacer ver lo invisible, divulga sus conocimientos: la enseñanza se opone aquí a la iniciación esotérica en una doctrina. Los conocimientos se divulgan, desembarazándose así de la figura del mago. La expansión de la ciudad, correlativamente al auge económico derivado del comercio fundamentalmente, supone el advenimiento del ciudadano, circunstancia paralela al nacimiento y desarrollo de la filosofía. La importancia del linaje deja paso a la prioridad de la polis, de la comunidad, lo que suele ir acompañado de una organización política que reclama la publicidad. El saber es trasladado a la plaza, en plena ágora, siendo objeto de un debate público donde la argumentación dialéctica terminará por predominar sobre la iluminación sobrenatural.
La filosofía, pues, si bien enraizada en el mito, parece ser una creación original del pueblo griego. Su rechazo de lo sobrenatural, de lo mágico, de la ambivalencia, son signos de una racionalidad que difícilmente podemos encontrar en otras formas de pensamiento anterior.”[1]






















Parte II: Comienzo de la filosofía.
Finales del Siglo VII a.c. principio del siglo VI a.c.
Primeros filósofos (llamados filósofos físicos): Tales, Anaximandro, Anaxímenes.

 




















En opinión de Aristóteles, lo que caracteriza a los primeros filósofos es la búsqueda de una explicación última del mundo: su primer principio o arjé (ρχή). El termino arjé no se encuentra en los fragmentos que conservamos de Tales, y probablemente sea un hallazgo de su discípulo Anaximandro. El Estagirita lo describe arriba en la primera cita como el «elemento (…) primero de todas las cosas». El arjé tiene tres características:
1) Es la fuente de la que todo proviene: «a partir del cual todas las cosas existen y llegan por primera vez al ser».
2) Es el término último en que todo se resuelven: «en el que terminan por convertirse en su corrupción».
3) Es aquello que subyace y sostiene a las demás realidades; lo que permanece a través del cambio: «es necesario que haya alguna sustancia natural (...) de la que nazcan las demás, mientras ésta se conserva».
El arjé que los Presocráticos buscan es, por tanto, una naturaleza o physis (φύσις), entendida no en el sentido moderno, sino como realidad primera y fundamental, capaz de dar una explicación convincente acerca del origen, la estabilidad y el destino del mundo que nos rodea.
Tales
Tales habría nacido a fines del siglo VII y desarrollado su actividad en la primera mitad del siglo VI. Se dice que vivió alrededor de 80 años. Diógenes Laercio sostiene que sus padres fueron Examio y Cleobuline. Heródoto dice que su familia era de origen fenicio, pero lo más probable es que Tales haya nacido en Mileto.

El agua es el primer principio (arjé) de todas las cosas.

La mayoría de los primeros filósofos creyeron tan sólo principios a aquellos que se dan bajo la forma de la materia; pues afirman que el elemento y principio primero de todas las cosas es aquel a partir del cual todas las cosas existen y llegan por primera vez al ser y en el que terminan por convertirse en su corrupción, subsistiendo la sustancia pero cambiando en sus accidentes; porque tal naturaleza se conserva siempre (...), pues es necesario que haya alguna sustancia natural, una o múltiple, de la que nazcan las demás, mientras ésta se conserva. Respecto al número y la forma de tal principio no todos está de acuerdo, sino que Tales, el iniciador de tal tipo de filosofía, dice que es el agua (por lo que manifestó que también la tierra está sobre el agua), tomando, tal vez, dicha suposición de la observación de que el alimento de todas las cosas es húmedo y que el calor mismo surge de éste y vive por éste (el principio de todas las cosas es aquello de donde nacen); de aquí dedujo su suposición y del hecho de que la semilla de todas las cosas tiene una naturaleza húmeda; y el agua es el principio natural de las cosas húmedas. [Metafísica A 3, 983 b 6]
Siempre según Aristóteles, en opinión de Tales la physis es un principio de tipo material que recibe el nombre de “agua”. Que esta era la opinión de Tales, es para Aristóteles un hecho probado: «dice que es el agua». A continuación, intenta explicar el motivo de esta afirmación apelando a consideraciones de tipo “fisiológico” [Kirk-Raven-Schofield 1957: 89]. Aristóteles supone que Tales llegó a esta conclusión a partir «de la observación de que el alimento de todas las cosas es húmedo y que el calor mismo surge de éste y vive por éste» y «del hecho de que la semilla de todas las cosas tiene una naturaleza húmeda; y el agua es el principio natural de las cosas húmedas». Tal vez, a la hora de hacer su elección, comenta más adelante el Estagirita, Tales se vio influido por, o se encuentra en continuidad con, la tradición de los antiguos que sostenían que Océano y Tetis eran los padres del mundo [Metafísica 983 b 30].
Hasta aquí, el parecer de Aristóteles. La naturaleza se define por un primer principio material llamado agua. No conocemos la explicación que Tales daba de por qué es el agua el primer principio de la naturaleza ni cómo a partir de ella se generan los seres o se resuelven al corromperse. Se pueden aducir una serie de razones en parte relacionadas con las avanzadas por Aristóteles. En efecto, el agua es uno de los elementos que más abunda en la naturaleza y que más fácilmente se amolda en y a los otros cuerpos. Por otra parte, no es difícil observarla en sus tres estados, gaseoso, líquido y sólido, así como el paso de uno a otro. Si tomamos en cuenta también que el agua es necesaria para la supervivencia de los vivientes, no resulta ilógico (en el sentido de que se pueden aducir razones) concluir que se trata del elemento necesario para la existencia de todos las demás seres, mientras que ella misma no es generada a partir de cosa alguna previa.
De todas formas, esto no significa necesariamente que Tales identificara sin más el agua de la que tenemos experiencia cotidiana, el agua en cuanto realidad natural, con el agua-primer-principio. Parece natural pensar que el agua que podemos ver, tocar y sentir no sería sino una manifestación más del arjé. Pues para Tales, dicha “agua” es un “principio” de lo que todo proviene, en lo que todo se resuelve y es garante de la solidez de lo real.
Para captar mejor esto último es necesario reflexionar sobre la pregunta que Tales está intentando responder y que nos da la medida de su genio filosófico. En un primer nivel, y aunque la cuestión no esté planteada de manera explícita, nos encontramos frente al primer intento de solución de lo que se convertiría en clásico problema griego de lo uno y lo múltiple. O lo que es lo mismo, del intento de dar razón última de la estabilidad del mundo frente al cambio. En este sentido, Tales sostiene la existencia de un principio de unidad de lo real (el “agua”) y, a partir de este, intenta dar razón de la pluralidad de naturalezas que nos rodean.
Ya en un segundo nivel, podemos columbrar también que en lo que Tales está interesado no es en conocer alguna cosa concreta sino que quiere saber lo que las cosas son, encontrar su explicación última. Se trata de la pregunta por la verdad de las cosas. Qué son de verdad. Cuál es su esencia. Lo que aquí acontece es, en definitiva, la pregunta filosófica por excelencia: la pregunta por el ser. Y Tales da su respuesta, pues al decir que es el agua el primer principio, asume que todo lo que existe forma parte de un único mundo del ser, y que todo lo que existe tiene, por tanto, una propiedad en común.


Actividad: Tales.

1.        ¿Identifica cuál es la pregunta filosófica que intenta responder Tales?

2.        ¿Cuál es su respuesta?

3.        ¿Según sus comentaristas: en qué se basó Tales para afirmar su respuesta?

Anaximandro.

Biografía

Anaximandro de Mileto nació aproximadamente en el 610 a.C. y murió en el 545 a.C. Teofrasto describe a Anaximandro como discípulo y compañero de Tales, siendo unos catorce años más joven que él. Se ocupó, al igual que Tales, de cuestiones prácticas relacionadas con la ciencia y se le atribuye la elaboración de un mapa del mar Negro, probablemente para uso de los navegantes milesios que viajaban por él. Al igual que otros filósofos griegos participó activamente en la vida política de su ciudad, y se le atribuye la dirección de una expedición colonizadora a Apolonia. Respecto a su actividad filosófica se le atribuye la composición de una obra en prosa, "Sobre la naturaleza", en la que expone sus teorías.

Pensamiento

1.

Al igual que Tales buscó el elemento primordial y básico a partir del que se ha generado la realidad; pero a diferencia de él consideró que dicho elemento o "arjé" (término que, al parecer, fue Anaximandro el primero en utilizar) no podía estar constituido por ninguno de los elementos conocidos, como el agua, ni tampoco por ninguna clase particular de materia. Si ese primer elemento era la causa material de todo lo existente había de ser la causa, por lo tanto, de toda materia particular, por lo que dicho principio no podía identificarse con ninguna materia particular. Siendo su principio, su comienzo, su fuente, había de ser algo necesariamente distinto; pero dado que nosotros sólo conocemos las formas particulares de materia que emanan de ese primer principio hemos de concluir que el "arjé" tiene que ser una materia desconocida para nosotros y, en cuanto tal, una materia indeterminada, indefinida, ilimitada, a la que Anaximandro da el nombre de "ápeiron". Eso es lo que parece transmitirnos alguno de los fragmentos conservados de Anaximandro.

Según Aristóteles

"... lo infinito no tiene principio..., sino que parece ser ello el principio de los demás seres y que todo lo abarca y todo lo gobierna, como afirman cuantos no postulan otras causas fuera de lo infinito, tales como el espíritu o la amistad; el infinito, además, es un ser divino, pues es inmortal e indestructible, como afirman Anaximandro y la mayoría de los físicos teóricos". (Aristóteles, Física, 4)

Según Simplicio

"... alguna otra naturaleza ápeiron de la cual nacen todos los cielos y los mundos que hay dentro de ellos. El nacimiento a los seres existentes les viene de aquello en lo que se convierten al perecer, según la necesidad, pues se pagan mutua pena y retribución por su injusticia según la disposición del tiempo, como Anaximandro dice en términos un tanto poéticos". (Simplicio, Física 24,17) 
2. La cosmología de Anaximandro está dominada por la idea de la pluralidad de mundos existentes, generados a partir de un movimiento eterno mediante el que son separadas unas cosas de las otras, en un juego de oposición de contrarios tan común en la época y que volveremos a encontrar en otros filósofos; en ese movimiento cósmico el predominio de un elemento significaría una injusticia que tiene que ser necesariamente reparada, como el predominio del verano va seguido del invierno, y viceversa. 

3. Vemos, en definitiva, que Anaximandro afirma como primera causa de la realidad una causa material: lo indefinido, lo indeterminado, lo infinito, a partir de la que evoluciona todo lo real. En la medida en que se niega a identificar esta primera causa con un elemento material particular su pensamiento supondrá un avance con respecto a Tales, en cuanto significa un considerable esfuerzo de abstracción y coherencia racional.


Anaxímenes

Biografía

Anaxímenes de Mileto nació en Mileto en el 585 a.C., aproximadamente, y murió en el 524 a.C. También Teofrasto nos describe a Anaxímenes como discípulo y compañero de Anaximandro siendo, al parecer, unos veintidós años más joven que él. Se le atribuye la composición de un libro, "Sobre la naturaleza", escrito, según Diógenes Laercio, "en dialecto jónico, y en un estilo sencillo y sin superfluidades".

Pensamiento

1.

Se opone a Anaximandro y a Tales en cuanto a la determinación del primer principio o "arjé" que Anaxímenes considera ser el aire. Probablemente haya tomado esta elección a partir de la experiencia, influyendo la observación de los seres vivos y la importancia del fenómeno de la respiración; en cuanto toma como "arjé" un elemento particular, su pensamiento supone un retroceso con respecto a Anaximandro; pero Anaxímenes nos ofrece un mecanismo de explicación de la generación de las cosas a partir de otro elemento distinto de ellas: ese mecanismo de generación se apoya en las nociones de "condensación" y "rarefacción". Por condensación del aire, dice Anaxímenes, se forman las nubes; si las nubes se condensan se forma el agua; la condensación del agua de lugar a la constitución del hielo, de la tierra; y la condensación de la tierra da lugar a la constitución de las piedras y los minerales; el proceso inverso lo representa la rarefacción: piedra, tierra, agua, nubes, aire y, por último la rarefacción del aire produciría el fuego.

2.

En terminología moderna podemos decir que Anaxímenes está intentando basar la explicación de lo cualitativo en lo cuantitativo; encontramos en él, por lo tanto, un intento de explicar el mecanismo de transformación de unos elementos en otros, del que no disponían Tales ni Anaximandro. Al igual que ellos insiste, sin embargo, en afirmar una causa material como principio del mundo y, por lo tanto, en tratar de llevar a la unidad la diversidad de la realidad observable.


Actividad entorno a Anaximandro y Anaxímenes..
1.      ¿Cuál es el principio (arjé) según Anaximandro? ¿Cuáles son sus características?
2.      ¿Describe Anaximandro el proceso por el cuál surge todo lo presente en el mundo?
3.      ¿Cuál es el principio (arjé) según Anaxímenes? ¿Cuáles son las conjeturas entorno a cómo llega a ese principio primordial?
4.      ¿Por qué se afirma que el pensamiento de Anaxímenes es un retroceso con respecto a Anaximandro?
      5. ¿Por qué mecanismos se forman los elementos del mundo según Anaxímenes?

Parte III- El origen.

Los orígenes de la filosofía .[2] por Karl Jaspers

La historia de la filosofía como pensar metódico tiene sus comienzos hace dos mil quinientos años, pero como pensar mítico mucho antes.
Sin embargo, comienzo no es lo mismo que origen. El comienzo es histórico y acarrea para los que vienen después, un conjunto creciente de supuestos sentados por el trabajo mental ya efectuado. Origen es, en cambio, la fuente de la que mana en todo tiempo el impulso que mueve a filosofar. Únicamente gracias a él resulta esencial la filosofía actual en cada momento y comprendida la filosofía anterior.
Este origen es múltiple. Del asombro sale la pregunta y el conocimiento, de la duda acerca de lo conocido el examen crítico y la clara certeza, de la conmoción del hombre y de la conciencia de estar perdido la cuestión de sí propio. Representémonos ante todo estos tres motivos.
Primero. Platón decía que el asombro es el origen de la filosofía. Nuestros ojos nos "hacen ser partícipes del espectáculo de las estrellas, del sol y de la bóveda celeste". Este espectáculo nos ha "dado el impulso de investigas el universo. De aquí brotó para nosotros la filosofía, el mayor de los bienes deparados por los dioses a la raza de los mortales". Y Aristóteles.: "Pues la admiración es lo que impulsa a los hombres a filosofar: empezando por admirarse de lo que les sorprendía por extraño, avanzaron poco a poco y se preguntaron por las vicisitudes de la luna y del sol, de los astros y por el origen del universo."
El admirarse impele a conocer. En la admiración cobro conciencia de no saber. Busco el saber, pero el sabes mismo, no "para satisfacer ninguna necesidad común".
El filosofar es como un despertar de la vinculación a las necesidades de la vida. Este despertar tiene lugar mirando desinteresadamente a las cosas, al cielo y al mundo preguntando qué sea todo ello y de dónde todo ello venga, preguntas cuya respuesta no serviría para nada útil, sino que resulta satisfactoria por sí sola.
Segundo. Una vez que he satisfecha mi asombro y admiración con el conocimiento de lo que existe, pronto se anuncia la duda. A buen seguro que se acumulan los conocimientos, pero ante el examen crítico no hay nada cierto. Las percepciones sensibles están condicionadas por nuestros órganos sensoriales y son engañosas o en todo caso no concordantes con lo que existe fuera de mí independientemente de que sea percibido o en sí. Nuestras formas mentales son las de nuestro humano intelecto. Se enredan en contradicciones insolubles. Por todas partes se alzan unas afirmaciones frente a otras. Filosofando me apodero de la duda, intento hacerla radical, mas, o bien gozándome en la negación mediante ella, que ya no respeta nada, pero que por su parte tampoco logra dar un paso más, o bien preguntándome dónde estará la certeza que escape a toda duda y resista ante toda crítica honrada.
La famosa frase de Descartes "pienso, luego existo" era para él indubitablemente cierta cuando dudaba de todo lo demás, pues ni siquiera el perfecto engaño en materia de conocimiento, aquel que quizá ni percibo, puede engañarme acerca de mi existencia mientras me engaño al pensar.
La duda se vuelve como duda metódica la fuente del examen crítico de todo conocimiento. De aquí que sin una duda radical, ningún verdadero filosofar.
Pero lo decisivo es cómo y dónde se conquista a través de la duda misma el terreno de la certeza.
Y tercero. Entregado al conocimiento de los objetos del mundo, practicando la duda como la vía de la certeza, vivo entre y para las cosas, sin pensar en, mí, en mis fines, mi dicha, mi salvación. Más bien estoy olvidado de mí y satisfecho de alcanzar semejantes conocimientos.
La cosa se vuelve otra cuando me doy cuenta de mí mismo en mi situación.
El estoico Epicteto decía: "El origen de la filosofía es el percatarse de la propia debilidad e impotencia." ¿Cómo salir de la impotencia? La respuesta de Epicuro decía: considerando todo lo que no está en mi poder corno indiferente para mí en su necesidad, y, por el contrario, poniendo en claro y en libertad por medio del pensamiento lo que reside en mí, a saber, la forma y el contenido de mis representaciones.
Cerciorémonos de nuestra humana situación. Estamos siempre en situaciones. Las situaciones cambian, las ocasiones se suceden. Si éstas no se aprovechan, no vuelven 'más. Puedo trabajar por hacer que cambie la situación. Pero hay situaciones por su esencia permanentes, aun cuando se altere su apariencia momentánea y se cubra de un velo su poder sobrecogedor: no puedo menos de morir, ni de padecer, ni de luchar, estoy sometido al acaso, me hundo inevitablemente en la culpa. Estas situaciones fundamentales de nuestra existencia las llamamos situaciones límites. Quiere decirse que son situaciones de las que no podemos salir -y que no podemos alterar. La conciencia de estas situaciones límites es después del asombro y de la duda el origen, más profundo aún, de la filosofía. En la vida corriente huimos frecuentemente ante ellas cerrando los ojos y haciendo como si no existieran.
Olvidamos que tenemos que morir, olvidamos nuestro ser culpables y nuestro estar entregados al acaso. Entonces sólo tenemos que habérnoslas con las situaciones concretas, que manejamos a nuestro gusto y a las que reaccionamos actuando según planes en el mundo, impulsados por nuestros intereses vitales. A las situaciones límites reaccionamos, en cambio, ya velándolas, ya, cuando nos damos cuenta realmente de ellas, con la desesperación y con la reconstitución: Llegamos a ser nosotros mismos en una transformación de la conciencia de nuestro ser.

Actividad:
1) ¿Qué entiende Jaspers por origen de la filosofía? Describa cada uno.
2) Busque al menos una imagen a modo de representar cada origen del filosofar y explique la asociación.

Parte IV - “Problema Filosófico”.

¿Qué es un problema filosófico? ¿En que se diferencia del resto de los problemas?

Si no sabemos qué es filosofía ¿Cómo vamos a encontrar problemas filosóficos?

En principio debemos decir que un problema (en general) es una interrogante para la que no tenemos aún una respuesta satisfactoria.

Para que un problema sea filosófico:

Ø      Debe se un  problema significativo para todos los seres humanos, es decir, no puede ser un problema privado ni trivial.

Ø      Por lo tanto son problemas que nunca pasan de moda: interesaron, interesan y seguirán interesando a personas de cualquier época, raza cultura o lugar. Son problemas permanentes y universales.

Ø      Las respuestas a esos problemas no es mera información, sino que influyen en las elecciones de las personas y modifican la vida de las mismas.

Ø      Algunos parecen no tener solución, o no tener una solución precisa, comprobable o inmediata.

Algunas pistas entorno a lo que nos estamos refiriendo:

“A ver, ¿Qué te dolería más, perder el celular o perder una amistad? ¿Y si esto fuese por un robo o una traición? ¿Hay alguien en el planeta al que le guste que lo roben o traicionen? Pregunta al resto del grupo o en la calle al primero que se te cruces. ¿Hay alguien en el planeta al que le encante que le mientan?, ¿o qué este deseando que pisoteen su libertad?, ¿o que ante la alternativa “el dinero o la vida”, elijan que le peguen un tiro?, ¿o preferiría estar enfermo a estar sano?, ¿o le de lo mismo la violencia que la ternura, o la inseguridad que la seguridad? Sigue tú”.

Amistad, lealtad, verdad, libertad, vida, salud, ternura, seguridad nadie es indiferente a estas realidades.

Actividad 1: Continúa el texto precedente pensando preferencias u opciones del ser humano sobre “las que no tenemos dudas”.


Actitud filosófica.
Según Julián Marías “El que tiene la vivencia de la filosofía, el que vive el problema filosófico cómo tal problema; el que siente la necesidad de saber a qué atenerse e intenta poner las cosas en claro, aunque no se le ocurra ninguna idea nueva, aunque repiense un sistema ya existente, aunque no añada ninguna tesis propia, (…), esta haciendo filosofía, se está comportando filosóficamente.”

Actividad 3: Expresa con tus palabras según el texto de Julián María ¿cuál es la actitud del filósofo?
                                                   Parte V -  Introducción “Ramas de la filosofía”.

Ramas de la Filosofía
Objeto de estudio
Interrogantes filosóficas.
Antropología filosófica
(anthropos: hombre)
El hombre considerado como totalidad y su lugar en el universo.


Estética
(aisthesis: sensación)
El valor belleza, su naturaleza, su relación con los otros valores y con la actividad artística.

Ética
(ethos: costumbre)
El valor bien, su naturaleza, su relación con los otros valores y con normas morales que rigen las actividades humanas.

Gnoseología o teoría del conocimiento.
(gnosis: conocimiento)
El problema del conocimiento, su esencia, su origen, sus límites.


Lógica
(organon: instrumento)
Los métodos y principios para determinar si un razonamiento es el correcto o no lo es.

Metafísica: a) general
El problema del ser: las relaciones entre esencia y existencia, los principios ontológicos fundamentales de la realidad.


Dios, alma y universo (considerado como totalidad)

Filosofía del lenguaje
Origen, esencia, forma (estructura) del lenguaje y su relación con el pensamiento y la realidad.

Filosofía de la ciencia o Epistemología.
(episteme: ciencia)
Versa sobre los problemas entorno a los fundamentos de las distintas ciencias, sus métodos y el valor de la ciencia como actividad humana.

Filosofía de la historia
El sentido y la finalidad del desarrollo histórico.

Filosofía del derecho
Sobre el fundamento de las normas jurídicas y su relación con el valor de la justicia.

Filosofía política
Origen, valor y esencia del Estado analizando no solo sus formas concretas de organización sino también sus formas posibles (Estados ideales o utopías)

Actividad: Complete el rectángulo “Interrogantes filosóficas” utilizando la lista elaborada la clase precedente.
Parte VI
Reflexión entorno a ¿Qué entendemos por filosofía? Desde el programa Mentira la Verdad, Cáp. La Filosofía.


Unidad I – Gnoseología.

¿Podemos conocer? ¿Existe un mundo real y objetivo independiente de nuestra percepción? ¿Los sentidos son una fuente confiable de conocimiento? ¿Los saberes se clasifican? ¿Cuál es el criterio para tal clasificación? ¿Cuál es el status del conocimiento artístico? ¿Qué plantea en la actualidad la Neurociencia entorno a estas interrogantes? ¿Cuál es la vigencia de las reflexiones filosóficas de Platón y de Aristóteles?.

Platón: “Alegoría de la caverna”.[3]
(Diálogo entre Sócrates y Glaucón).

--Ahora, continué, imagínate nuestra naturaleza, por lo que se refiere a la ciencia, y a la ignorancia, mediante la siguiente escena. Imagina unos hombres en una habitación subterránea en forma de caverna con una gran abertura del lado de la luz. Se encuentran en ella desde su niñez, sujetos por cadenas que les inmovilizan las piernas y el cuello, de tal manera que no pueden ni cambiar de sitio ni volver la cabeza, y no ven más que lo que está delante de ellos. La luz les viene de un fuego encendido a una cierta distancia detrás de ellos sobre una eminencia del terreno. Entre ese fuego y los prisioneros, hay un camino elevado, a lo largo del cual debes imaginar un pequeño muro semejante a las barreras que los ilusionistas levantan entre ellos y los espectadores y por encima de las cuales muestran sus prodigios.

--Ya lo veo, dijo.
--Piensa ahora que a lo largo de este muro unos hombres llevan objetos de todas clases, figuras de hombres y de animales de madera o de piedra, v de mil formas distintas, de manera que aparecen por encima del muro. Y naturalmente entre los hombres que pasan, unos hablan y otros no dicen nada.
--Es esta una extraña escena y unos extraños prisioneros, dijo.
--Se parecen a nosotros, respondí. Y ante todo, ¿crees que en esta situación verán otra cosa de sí mismos y de los que están a su lado que unas sombras proyectadas por la luz del fuego sobre el fondo de la caverna que está frente a ellos.

--No, puesto que se ven forzados a mantener toda su vida la cabeza inmóvil.
--¿Y no ocurre lo mismo con los objetos que pasan por detrás de ellos?
--Sin duda.
--Y si estos hombres pudiesen conversar entre sí, ¿no crees que creerían nombrar a las cosas en sí nombrando las sombras que ven pasar?
--Necesariamente.
--Y si hubiese un eco que devolviese los sonidos desde el fondo de la prisión, cada vez que hablase uno de los que pasan, ¿no creerían que oyen hablar a la sombra misma que pasa ante sus ojos?

--Sí, por Zeus, exclamó.
--En resumen, ¿estos prisioneros no atribuirán realidad más que a estas sombras?
--Es inevitable.
--Supongamos ahora que se les libre de sus cadenas y se les cure de su error; mira lo que resultaría naturalmente de la nueva situación en que vamos a colocarlos. Liberamos a uno de estos prisioneros. Le obligamos a levantarse, a volver la cabeza, a andar y a mirar hacia el lado de la luz: no podrá hacer nada de esto sin sufrir, y el deslumbramiento le impedirá distinguir los objetos cuyas sombras antes veía. Te pregunto qué podrá responder si alguien le dice que hasta entonces sólo había contemplado sombras vanas, pero que ahora, más cerca de la realidad y vuelto hacia objetos más reales, ve con más perfección; y si por último, mostrándole cada objeto a medida que pasa, se le obligase a fuerza de preguntas a decir qué es, ¿no crees que se encontrará en un apuro, y que le parecerá más verdadero lo que veía antes que lo que ahora le muestran?

--Sin duda, dijo.
--Y si se le obliga a mirar la misma luz, ¿no se le dañarían los ojos? ¿No apartará su mirada de ella para dirigirla a esas sombras que mira sin esfuerzo? ¿No creerá que estas sombras son realmente más visibles que los objetos que le enseñan?
--Seguramente.
--Y si ahora lo arrancamos de su caverna a viva fuerza y lo llevamos por el sendero áspero y escarpado hasta la claridad del sol, ¿esta violencia no provocará sus quejas y su cólera? Y cuando esté ya a pleno sol, deslumbrado por su resplandor, ¿podrá ver alguno de los objetos que llamamos verdaderos?

--No podrá, al menos los primeros instantes.
--Sus ojos deberán acostumbrarse poco a poco a esta región superior. Lo que más fácilmente verá al principio serán las sombras, después las imágenes de los hombres y de los demás objetos reflejadas en las aguas, y por último los objetos mismos. De ahí dirigirá sus miradas al cielo, y soportará más fácilmente la vista del cielo durante la noche, cuando contemple la luna y las estrellas, que durante el día el sol y su resplandor.
--Así lo creo.
--Y creo que al fin podrá no sólo ver al sol reflejado en las aguas o en cualquier otra parte, sino contemplarlo a él mismo en su verdadero asiento.

--Indudablemente.
--Después de esto, poniéndose a pensar, llegará a la conclusión de que el sol produce las estaciones y los años, lo gobierna todo en el mundo visible y es en cierto modo la causa de lo que ellos veían en la caverna.
--Es evidente que llegará a esta conclusión siguiendo estos pasos.
--Y al acordarse entonces de su primera habitación y de sus conocimientos allí y de sus compañeros de cautiverio, ¿no se sentirá feliz por su cambio y no compadecerá a los otros? Ciertamente.
--Y si en su vida anterior hubiese habido honores, alabanzas, recompensas públicas establecidas entre ellos para aquel que observase mejor las sombras a su paso, que recordase mejor en qué orden acostumbran a precederse, a seguirse o a aparecer juntas y que por ello fuese el más hábil en pronosticar su aparición, ¿crees que el hombre de que hablamos sentiría nostalgia de estas distinciones, y envidiaría a los más señalados por sus honores o autoridad entre sus compañeros de cautiverio? ¿.No crees más bien que será como el héroe de Homero y preferirá mil veces no ser más «que un mozo de labranza al servicio de un pobre campesino» y sufrir todos los males posibles antes que volver a su primera ilusión y vivir como vivía?

--No dudo que estaría dispuesto a sufrirlo todo antes que vivir como anteriormente.
--Imagina ahora que este hombre vuelva a la caverna y se siente en su antiguo lugar. ¿No se le quedarían los ojos como cegados por este paso súbito a la obscuridad?
--Sí, no hay duda.
--Y si, mientras su vista aún está confusa, antes de que sus ojos se hayan acomodado de nuevo a la obscuridad, tuviese que dar su opinión sobre estas sombras y discutir sobre ellas con sus compañeros que no han abandonado el cautiverio, ¿no les daría que reír? ¿No dirán que por haber subido al exterior ha perdido la vista, y no vale la pena intentar la ascensión? Y si alguien intentase desatarlos y llevarlos allí, ¿no lo matarían, si pudiesen cogerlo y matarlo?

--Es muy probable.
--Ésta es precisamente, mi querido Glaucón, la imagen de nuestra condición. La caverna subterránea es el mundo visible. El fuego que la ilumina, es la luz del sol. Este prisionero que sube a la región superior y contempla sus maravillas, es el alma que se eleva al mundo inteligible. Esto es lo que yo pienso, ya que quieres conocerlo; sólo Dios sabe si es verdad. En todo caso, yo creo que en los últimos límites del mundo inteligible está la idea del bien, que percibimos con dificultad, pero que no podemos contemplar sin concluir que ella es la causa de todo lo bello y bueno que existe. Que en el mundo visible es ella la que produce la luz y el astro de la que procede. Que en el mundo inteligible es ella también la que produce la verdad y la inteligencia. Y por último que es necesario mantener los ojos fijos en esta idea para conducirse con sabiduría, tanto en la vida privada como en la pública.Yo también lo veo de esta manera, dijo, hasta el punto de que puedo seguirte. [. . .]

--Por tanto, si todo esto es verdadero, dije yo, hemos de llegar a la conclusión de que la ciencia no se aprende del modo que algunos pretenden. Afirman que pueden hacerla entrar en el alma en donde no está, casi lo mismo que si diesen la vista a unos ojos ciegos.
--Así dicen, en efecto, dijo Glaucón.
--Ahora bien, lo que hemos dicho supone al contrario que toda alma posee la facultad de aprender, un órgano de la ciencia; y que, como unos ojos que no pudiesen volverse hacia la luz si no girase también el cuerpo entero, el órgano de la inteligencia debe volverse con el alma entera desde la visión de lo que nace hasta la contemplación de lo que es y lo que hay más luminoso en el ser; y a esto hemos llamado el bien, ¿no es así?

--Sí.
--Todo el arte, continué, consiste pues en buscar la manera más fácil y eficaz con que el alma pueda realizar la conversión que debe hacer. No se trata de darle la facultad de ver, ya la tiene. Pero su órgano no está dirigido en la buena dirección, no mira hacia donde debiera: esto es lo que se debe corregir.
--Así parece, dijo Glaucón.

__________________________________________________

Platón: “Alegoría de la línea”.[4]

[...]
--Toma, pues, una línea que esté cortada en dos segmentos desiguales y vuelve a cortar cada uno de los segmentos, el del género visible y el del inteligible, siguiendo la misma proporción. Entonces tendrás, clasificados según la mayor claridad u oscuridad de cada uno: en el mundo visible, un primer segmento, el de las imágenes. Llamo, imágenes ante todo a las sombras, y en segundo lugar, a las figuras que se forman en el agua y en todo lo que es compacto, pulido y brillante, y a otras cosas semejantes, Si es que me entiendes.
--Sí que te entiendo.

--En el segundo pon aquello de lo cual esto es imagen: los animales que nos rodean, todas las plantas y el género entero de las cosas fabricadas.
--Lo pongo-- dijo.
--¿Accederías acaso --dije yo-- a reconocer que lo visible se divide, en proporción a la verdad o a la carencia de ella, de modo que la imagen se halle, con respecto a aquello que imita, en la misma relación en que lo opinado con respecto a lo conocido?
--Desde luego que accedo-- dijo.
--Considera, pues, ahora de qué modo hay que dividir el segmento de lo inteligible.

--¿Cómo?
--De modo que el alma se vea obligada a buscar la una de las partes sirviéndose, como de imágenes, de aquellas cosas que antes eran imitadas, partiendo de hipótesis y encaminándose así, no hacia el principio, sino hacia la conclusión; y la segunda, partiendo también de una hipótesis, pero para llegar a un principio no hipotético y llevando a cabo su investigación con la sola ayuda de las ideas tomadas en sí mismas y sin valerse de las imágenes a que en la búsqueda de aquello recurría.
--No he comprendido de modo suficiente --dijo-- eso de que hablas.

--Pues lo diré otra vez contesté. Y lo entenderás mejor después del siguiente preámbulo. Creo que sabes que quienes se ocupan de geometría, aritmética y otros estudios similares, dan por supuestos los números impares y pares, las figuras, tres clases de ángulos y otras cosas emparentadas con éstas y distintas en cada caso; las adoptan como hipótesis, procediendo igual que si las conocieran, y no se creen ya en el deber de dar ninguna explicación ni a sí mismos ni a los demás con respecto a lo que consideran como evidente para todos, y de ahí es de donde parten las sucesivas y consecuentes deducciones que les llevan finalmente a aquello cuya investigación se proponían.

--Sé perfectamente todo eso --dijo--.
--¿Y no sabes también que se sirven de figuras visibles acerca de las cuales discurren, pero no pensando en ellas mismas, sino en aquello a que ellas se parecen, discurriendo, por ejemplo, acerca del cuadrado en sí y de su diagonal, pero no acerca del que ellos dibujan, e igualmente en los demás casos; y que así, las cosas modeladas y trazadas por ellos, de que son imágenes las sombras y reflejos producidos en el agua, las emplean, de modo que sean a su vez imágenes, en su deseo de ver aquellas cosas en sí que no pueden ser vistas de otra manera sino por medio del pensamiento?

--Tienes razón --dijo--.
--Y así, de esta clase de objetos decía yo que era inteligible, pero que en su investigación se ve el alma obligada a servirse de hipótesis y, como no puede remontarse por encima de éstas, no se encamina al principio, sino que usa como imágenes aquellos mismos objetos, imitados a su vez por los de abajo, que, por comparación con éstos, son también ellos estimados y honrados como cosas palpables.
--Ya comprendo --dijo--; te refieres a lo que se hace en geometría y en las ciencias afines a ella.

--Pues bien, aprende ahora que sitúo en el segundo segmento de la región inteligible aquello a que alcanza por sí misma la razón valiéndose del poder dialéctico y considerando las hipótesis no como principios, sino como verdaderas hipótesis, es decir, peldaños y trampolines que la eleven hasta lo no hipotético, hasta el principio de todo; y una vez haya llegado a éste, irá pasando de una a otra de las deducciones que de él dependen hasta que, de ese modo, descienda a la conclusión sin recurrir en absoluto a nada sensible, antes bien, usando solamente de las ideas tomadas en sí mismas, pasando de una a otra y terminando en las ideas.

--Ya me doy cuenta --dijo--, aunque no perfectamente, pues me parece muy grande la empresa a que te refieres, de que lo que intentas es dejar sentado que es más clara la visión del ser y de lo inteligible que proporciona la ciencia dialéctica que la que proporcionan las llamadas artes, a las cuales sirven de principios las hipótesis; pues aunque quienes las estudian se ven obligados a contemplar los objetos por medio del pensamiento y no de los sentidos, sin embargo, como no investigan remontándose al principio, sino partiendo de hipótesis, por eso te parece a ti que no adquieren conocimiento de esos objetos que son, empero, inteligibles cuando están en relación con un principio. Y creo también que a la operación de los geómetras y demás la llama pensamiento, pero no conocimiento, porque el pensamiento es algo que está entre la simple creencia y el conocimiento.

--Lo has entendido --dije-- con toda perfección. Ahora aplícame a los cuatro segmentos estas cuatro operaciones que realiza el alma: la inteligencia, al más elevado; el pensamiento, al segundo; al tercero dale la creencia y al último la imaginación; y ponlos en orden, considerando que cada uno de ellos participa tanto más de la claridad cuanto más participen de la verdad los objetos a que se aplica.
--Ya lo comprendo --dijo--; estoy de acuerdo y los ordeno como dices.

__________________________________________________


Platón: “Teoría de las ideas”

Selección de Obra “Hipias Mayor”, 287c-d.

Sócrates. --¡Ay, qué bien hablas! Pero, puesto que tú me animas, me voy a convertir lo más posible en este hombre y voy a intentar preguntarte. Porque si tú le expusieras a él este discurso que dices sobre las ocupaciones bellas, te escucharía y, en cuanto terminaras de hablar, no te preguntaría más que sobre lo bello, pues tiene esta costumbre, y te diría: Extranjero de Elis, dime, por favor, ¿los que son justos no lo son por la justicia? Ten la bondad de responderme, Hipias.

Hipias. --Responderé que es por la justicia.
--¿Y la justicia no es algo en sí misma?
--Sin duda.
--Igualmente, ¿no son sabios los sabios por la sabiduría, y todo lo que es bueno, no lo es por el bien?
--¿Cómo podría ser de otro modo?
--¿Y son éstas cosas reales? ¿No lo negarás, sin duda?
--Sí, son reales.
--Y todas las cosas bellas, ¿no son bellas también por la belleza?
--Sí, por la belleza.
--Que es una cosa real.

--Real sin duda.

Selección de “Fedón”, l00a-c.

--Voy a explicarme más claramente, dijo Sócrates, pues creo que aún no me comprendes.
--No, por Zeus, dijo Cebes, no te comprendo muy bien.
--Sin embargo, dijo Sócrates, no digo nada nuevo, nada que no haya dicho en mil ocasiones. Para explicarte el método que he utilizado en la búsqueda de las causas, vuelvo primero a lo que tanto he repetido. Así pues digo que existe una belleza en sí y por sí, un bien, una grandeza, y así todo lo demás. Si me concedes la existencia de estas cosas, espero demostrarte por medio de ellas por qué el alma es inmortal.

--Te lo concedo, dijo Cebes, no podrías acabar pronto tu demostración.
--Fíjate bien en lo que va a seguir, y ve si no estás de acuerdo conmigo. Me parece que si hay alguna cosa bella, además de lo bello en sí, sólo puede ser bella porque participa en esta misma belleza; y así todas las demás cosas. ¿Me concedes esta causa? Sí, te la concedo.
--Entonces, no comprendo todas estas otras causas sabias. Si alguien me dice que lo que hace que una cosa sea bella, es la vivacidad de sus colores o la proporción de sus partes, o cualquier otra cosa semejante, dejo de lado todas estas razones que no hacen más que ofuscarme, y respondo sin ceremonia y sin arte, y tal vez demasiado simplemente, que nada la hace bella sino la presencia o la comunicación de esta belleza en sí, sea cual fuere el modo cómo esta comunicación se produzca. Pues yo no afirmo nada después de esto. Afirmo solamente que es por la belleza que son bellas todas las cosas bellas. Mientras me mantenga en este principio, no creo que pueda equivocarme, y estoy persuadido de que puedo responder con toda seguridad que las cosas bellas son bellas por la presencia de la belleza. ¿No te parece así también?

--Perfectamente.
--Del mismo modo, ¿no son grandes las cosas grandes por la grandeza, y las pequeñas no lo son por la pequeñez?
--Sí.



Selección de “República”, 507a_c.

--Primero es necesario, dije yo, que nos pongamos de acuerdo y os recuerdo lo que ya se ha dicho tantas veces.
--¿Y qué es?, preguntó.
--Hay muchas cosas bellas, y muchas buenas, e igualmente otras cuya existencia afirmamos y que distinguimos por el lenguaje.
--Sí, en efecto.
--Afirmamos también la existencia de lo bello en sí, del bien en sí, e igualmente, para todas las cosas que decimos múltiples afirmamos que a cada una corresponde una idea que es única y que llamamos su esencia.

--Es verdad.
--Y decimos de las cosas múltiples que son objeto de los sentidos, no del espíritu, mientras que las ideas son el objeto del espíritu, no de los sentidos.
--Perfectamente.

Concepto de Realismo.[5]

(Del latín realis, de res, cosa, objeto, realidad) Creencia en que existe un mundo externo (realismo ontológico) y que puede ser conocido (realismo epistemológico). Estas tesis pueden son una simple afirmación ingenua y acrítica, si no se  fundamentan más que en la aparente evidencia de los sentidos (realismo ingenuo) o bien incluyen una fundamentación más o menos crítica. El realismo filosófico sostiene con argumentos la existencia de un mundo real independiente del pensamiento y de la experiencia, pero no afirma que percibamos el mundo tal como es en realidad. Es, pues, ante todo, una afirmación de tipo ontológico (acerca de que las cosas son), que implica una determinada teoría del conocimiento, así como una teoría sobre la percepción (acerca de que las cosas no son tal como aparecen).

Arte y Realismo.
Tendencia artística europea que se enmarca, aproximadamente, en la segunda mitad del siglo XIX y que aspira a reflejar la realidad cotidiana de modo objetivo. La burguesía revolucionaria que impulsó el movimiento romántico se convierte en la clase social dominadora y tiende hacia postulados más conservadores, imponiendo una nueva visión de la vida y del ser humano.
El realismo surge después de la revolución francesa de 1848. El desencanto por los fracasos revolucionarios hace que el arte abandone los temas políticos y se concentre en temas sociales.
El Realismo es un estilo que refleja la realidad histórica y que no copia objetos mitológicos, religiosos o alegóricos. Su fidelidad al detalle lo diferencia de la glorificación idealizadora romántica, y su concentración en los rasgos esenciales y típicos de los caracteres, situaciones y acciones lo distingue del reflejo de la realidad en sentido naturalista o fotográfico.
La meta del realismo no es la belleza, sino la verdad, y por tanto, el conocimiento de la realidad.
La mirada del autor se desplaza de lo pintoresco a lo cotidiano, abandonando la evocación del pasado.
Lo escandaloso de los realistas está en los temas, la manera que tienen de afrontar la realidad ya que la técnica es más tradicional. Se niegan a idealizar las imágenes y el hombre aparece en sus tareas normales.
El concepto de realismo ofrece una amplitud significativa difícil de precisar en sus límites, pues la captación de la realidad inmediata y su plasmación en una obra es una tendencia que recorre toda la historia del arte.

Hiperrealismo
El hiperrealismo es una tendencia radical de la pintura realista surgida en Estados Unidos a finales de los años 1960 que propone reproducir la realidad con más fidelidad y objetividad que la fotografía. A veces se confunde con el fotorrealismo que es menos radical.
El término hiperrealismo es también aplicable a la escultura y los comics (Luis García, Alex Ross, etc).

Realismo e Hiperrealismo.
Arte como reflejo de lo real.






























Actividad entorno al planteo de Platón.

  1. ¿Podemos conocer? Justifica tu respuesta con lo trabajado entorno a Platón.
  2. ¿Existe un mundo real y objetivo independiente de nuestra percepción? ¿Cuáles son sus características?
  3. ¿Los sentidos son una fuente confiable de conocimiento?
  4. ¿Los saberes se clasifican? ¿Cuál es el criterio para tal clasificación?
  5. ¿Cuál es el status del conocimiento artístico?
  6. ¿Qué caracteriza al filósofo? ¿Un pintor realista es un filósofo? ¿Y un hiperrealista?

Desde Platón a la Neurociencia.

“(…) La percepción se entiende habitualmente como el proceso cognitivo inicial por el que se construye conocimiento –creencias perceptivas – incitado y fundamentado en nuestro entorno más contiguo. Desde la neurociencia tradicional, se mantiene una tesis ‘realista’, en el sentido de que necesitamos contar con un mundo externo a la mente, con una realidad física, objetivo de la percepción. Según una definición dogmática del realismo, los objetos externos y sus propiedades existen con independencia del perceptor, incluso cuando no son percibidos por nadie. En general, también asumimos, en la mayoría de casos, la ‘validez’ de las consecuencias perceptivas, esto es, se adopta la idea de que no existen errores generalizados de ajuste entre las percepciones y sus causas físicas o, en otras palabras, la ‘realidad física’. Queremos llamar la atención sobre la ambigüedad que supone utilizar en este contexto la palabra realidad, puesto que entendemos, en la línea de Descartes, que la realidad más inmediata es la que obra en nuestras percepciones, en nuestros pensamientos, una ‘realidad psíquica’ sin duda distinta a la mencionada ‘realidad física’, posterior o previa una a la otra, según la perspectiva que adoptemos.

El realismo tiene dos versiones. El ‘realismo directo’ defiende que el perceptor capta directa e inmediatamente los objetos y sus propiedades. El ‘realismo indirecto’ defiende procesos mediadores y afirma que uno de los motivos por los cuales percibimos los objetos y sus propiedades es el concurso de estos mediadores. Este posicionamiento del ‘realismo indirecto’, en la mayoría de los casos, también asume una idea representacionalista de la mente. Entonces se plantea una cuestión nada trivial: ¿qué entendemos por representación? La respuesta más lineal a esa pregunta viene desde su etimología: ‘re-presentar’, volver a presentar. Cuando es ésa la respuesta, nos imaginamos una cierta reproducción o copia del objeto o de la configuración estimular. Esa idea de la reproducción o de la copia lleva a otras preguntas, ¿Cómo es esa ‘copia’? ¿Guarda información de todas las características del objeto? Bien sabemos que no, pero ¿Qué se consigue con esa copia? (…)

No obstante, ¿cómo sabemos que los atributos que aparecen en la representación se ajustan a los de los objetos percibidos?

(…)Una de las posibles vías de ‘medir’ esa información es a través de nuestra interacción con el entorno, fruto de nuestras capacidades motrices y de los procedimientos de manipulación que ejercemos sobre los objetos. (…).

(…) Un inconveniente que se plantea en el paradigma ‘percepción para la acción’ es el que deriva de la pregunta ¿qué pasa con un tetrapléjico de nacimiento, o con un niño que nace sin manos, o con otro que lo hace con tetania congénita debido a una enfermedad neuromuscular? Francamente no lo sabemos, aunque puede que su percepción no sea como la nuestra, como sugieren bastantes trabajos, tanto procedentes de la neuropsicología experimental como de la aplicación de las técnicas de neuroimagen.
De todos modos, cabe tener presente que esos casos suelen conservar intacta una acción esencial para la percepción humana, y que bien ha merecido un papel predominante en el estudio de la atención: nos referimos a los movimientos oculares.
¿Y si, en esos pacientes, los movimientos oculares supliesen de alguna forma el papel que juega normalmente nuestro amplio repertorio motor? ¿Sucede algo parecido, pero a la inversa, con un ciego de nacimiento, que sigue ‘actuando’ (aunque de forma cuantitativa y cualitativamente distinta a los videntes o ex videntes), pese a que lo hace ‘sustituyendo’ el código visual por el procedente de otros sentidos?

(…) Es precisamente allí, en la retina, donde los objetos del mundo exterior proyectan su pauta particular de cargas eléctricas oscilantes, formando lo que relativamente podemos llamar un estímulo proximal, una imagen sobre la que cabe pensar que posee características ciertamente distintas a las del estímulo distal –el que forma el objeto en sí–, en el cual se origina, pese a que presuntamente la correlación entre ambos debe ser notable.
Téngase en cuenta que el estímulo distal en sí mismo puede resultar incognoscible para el sujeto, ya que sólo podemos conocer sus efectos. En otras palabras, las características que conocemos del estímulo distal son las que provienen de la interacción (fundamentalmente motora) que hemos mantenido con el mundo físico.
Un claro ejemplo que ilustra la diferencia entre la imagen retiniana y el objeto que la origina se deduce del putativo carácter tridimensional de los objetos del mundo físico, una tridimensionalidad que no puede plasmarse en una imagen proyectada sobre un plano bidimensional como el retiniano. Así pues, nuestra visión se enfrenta a ciertas restricciones que se imponen desde la propia anatomía del ojo humano. De hecho, todo sistema biológico impone unas limitaciones en el procesamiento de la información que lleva a cabo, que no son sino producto de las  características de su propia estructura y funcionalidad.
(…)”[6]

Actividad – Neurociencia.

A - ¿Qué plantea en la actualidad la Neurociencia entorno a: ¿Cómo conocemos? ¿El sujeto puede captar el mundo tal cual es? ¿Todos percibimos lo mismo?
B - ¿Cuál es la vigencia de las reflexiones filosóficas de Platón y de Aristóteles?
La imagen que se proyecta en nuestras retinas poco tiene que ver con el mundo que percibimos
                        …y que necesitamos percibir para sobrevivir





                                                                       Transformación física de la imagen


Objeto físico

                                                                                                                           
                                                                                                                                        Imagen retiniana

 



                                                                                                                           

                Características de la imagen retiniana de una silla
           “al revés” de la mayoría de las sillas que conocemos..o en las cuales nos hemos sentado.
           más chiquita que lo que sabemos del tamaño real de la mayoría de las sillas que conocemos
           imagen plana de la silla, sin tridimensionalidad
           imagen borrosa de la silla (por los movimientos de los ojos)



Aristóteles.
¿Qué agrega Aristóteles a las preguntas que guían esta unidad entorno a la reflexión sobre el conocimiento?.

“Todos los hombres desean por naturaleza saber. Así lo indica el amor a los sentidos; pues, al margen de su utilidad, son amados a causa de sí mismos, y el que más de todos, el de la vista. En efecto, no sólo para obrar, sino también cuando no pensamos hacer nada, preferimos la vista, por decirlo así, a todos los otros. Y la causa en que, de los sentidos, éste es el que nos hace conocer más, y nos muestra muchas diferencias.
Por naturaleza, los animales nacen dotados de sensación; pero ésta no engendra en algunos la memoria, mientras que en otros sí. Y por uso de éstos son más prudentes y más aptos para aprender que los que no pueden recordar; son prudentes sin aprender los incapaces de oír los sonidos (como la abeja y otros animales semejantes, si los hay); aprenden, en cambio, los que, además de memoria, tienen este sentido.
Los demás animales viven con imágenes y recuerdos, y participan poco de la experiencia. Pero el género humano dispone del arte y del razonamiento. Y del recuerdo nace para los hombres la experiencia, pues muchos recuerdos de la misma cosa llegan a constituir una experiencia. Y la experiencia parece, en cierto modo, semejante a la ciencia y al arte, pero la ciencia y el arte llegan a los hombres a través de la experiencia.
Pues la experiencia hizo el arte como dice Polo, y la inexperiencia el azar. Nace el arte cuando de muchas observaciones experimentales surge una noción universal sobre los casos semejantes. Pues tener la noción de que a Calias, afectado por tal enfermedad, le fue bien tal remedio, y lo mismo a Sócrates y a otros muchos considerados individualmente, es propio de la experiencia; pero saber que fue provechoso a todos los individuos de tal constitución, agrupados en una misma clase y afectados por tal enfermedad, por ejemplo a los flemáticos, a los biliosos o a los calenturientos, corresponde al arte.
Pues bien, para la vida práctica, la experiencia no parece ser en nada inferior al arte, sino que incluso tienen más éxito los expertos que los que, sin experiencia, poseen el conocimiento de las cosas singulares, y el arte, de la universales; y todas las acciones y generaciones se refieren a lo singular. No es al hombre, efectivamente, a quien sana el médico, a no ser accidentalmente, sino a Calias o a Sócrates, o a otro de los así llamados, que, además, es hombre. Por consiguiente, si alguien tiene, sin la experiencia, el conocimiento teórico, y sabe lo universal pero ignora su contenido singular, errará muchas veces en la curación, pues es lo singular lo que puede ser curado.
Creemos, sin embargo, que el saber y el entender pertenecen más al arte que a la experiencia, y consideramos más sabios a los conocedores del arte que a los expertos, pensando que la sabiduría corresponde en todos al saber. Y esto, porque unos saben la causa, y los otros no. Pues los expertos saben el qué, pero no el porqué. Aquellos, en cambio, conocen el porqué y la causa. Por eso a los jefes de obras los consideramos en cada caso más valiosos, y pensamos que entienden más y son más sabios que los simples operarios, porque saben las causas de lo que se está haciendo; éstos, en cambio, como algunos seres inanimados, hacen sí, pero hacen sin saber lo que hacen, del mismo modo que quema el fuego. Los seres inanimados hacen estas operaciones por cierto impulso natural, y los operarios, por costumbre. Así, pues, no consideramos a los jefes de obras más sabios por su habilidad práctica, sino por su dominio de la teoría y su conocimiento de las causas. En definitiva, lo que distingue al sabio del ignorante es el poder enseñar, y por esto consideramos que el arte es más ciencia que la experiencia, pues aquellos pueden y éstos no pueden enseñar.
Además, de las sensaciones, no consideramos que ninguna sea sabiduría, aunque éstas son las cogniciones más autorizadas de los objetos singulares; pero no dicen el porqué de nada; por ejemplo, por qué es caliente el fuego, sino tan sólo que es caliente.
Es, pues, natural que quien en los primeros tiempos inventó un arte cualquiera, separado de las sensaciones comunes, fuese admirado por los hombres, no sólo por la utilidad de alguno de los inventos, sino como sabio y diferente de los otros, y que, al inventarse muchas artes, orientadas unas a las necesidades de la vida y otras a lo que la adorna, siempre fuesen considerados más sabios los inventores de éstas que los de aquéllas, porque sus ciencias no buscaban la utilidad. De aquí que, constituidas ya todas estas artes, fueran descubiertas las ciencias que no se ordenan al placer ni a lo necesario; y lo fueron primero donde primero tuvieron lugar los hombres. Por eso las artes matemáticas nacieron en Egipto, pues allí disfrutaba de ocio la casta sacerdotal.
Hemos dicho en la Ética cual es la diferencia entre el arte, la ciencia y los demás conocimientos del mismo género. Lo que ahora queremos decir es esto: que la llamada Sabiduría versa, en opinión de todos, sobre las primeras causas y sobre los principios. De suerte que, según dijimos antes, el experto nos parece más sabio que los que tienen una sensación cualquiera, y el poseedor de un arte, más sabio que los expertos, y el jefe de una obra, más que un simple operario, y los conocimientos teóricos, más que los prácticos. Resulta, pues, evidente que la Sabiduría es una ciencia sobre ciertos principios y causas.[7]

Cuestionario de selección de la metafísica.

  1. ¿Que valoración realiza Aristóteles a los sentidos?

  1. ¿De qué manera Aristóteles diferencia a los animales entre si y al hombre?

  1. ¿Cómo nace el arte? ¿De qué otros saberes se diferencia?

  1. Caracterice al ignorante, al experto y al sabio. Brinde ejemplos.

  1. ¿Para qué es útil el saber sensible (experiencia)? ¿Platón opina lo mismo?

  1. ¿Qué relación guarda el artista entono a la ciencia y la ignorancia?

  1. ¿Cómo clasifica a las artes Aristóteles? Ejemplifique.






Poética.

Capitulo I.
“Como nuestro tema es la poética nos proponemos hablar no sólo de la poética misma sino también de sus especies y sus respectivas características, de la trama requerida para componer un bello poema, del número y la naturaleza de las partes constitutivas de un poema y también de los restantes aspectos que atañen a la misma investigación.
Hemos de seguir, pues el orden natural y comenzar con los primeros hechos.
La epopeya y la poesía trágica, como asimismo la comedia, el ditirambo y, en su mayor parte, el arte de tocar la flauta y la cítara, son todos imitaciones si se los considera de manera general. Pero, al mismo tiempo difieren entre sí de tres maneras ya por la diferencia de clase en sus medios, o en los objetos, o en la manera de sus imitaciones.
Puesto que el color y la forma se usan corno medios por quienes (bien por el arte o la práctica constante) imitan y dibujan diversos objetos mediante su ayuda, y la voz es empleada por otros, así también en el grupo de artes mencionado, los medios para ellos son, en general, el lenguaje y la armonía, empleados bien simplemente o en determinadas combinaciones. Una combinación de sólo armonía y ritmo es el medio adecuado en el arte de tocar la flauta y la lira y otras artes que responden a la misma descripción, por ejemplo la siringa imitativa. El ritmo solo, sin la armonía, es el recurso en las imitaciones del bailarín; pues aun éste, mediante el ritmo de sus actitudes puede representar los caracteres de los hombres, así corno también lo que ellos hacen y sufren. Hay, además, un arte que imita sólo a través del lenguaje, sin armonía, en prosa o en verso, ya en uno o en pluralidad de metros.”[8]

Capítulo II.
“Esta diferencia es también la que distingue a la tragedia y la comedia; ésta pinta a los hombres peores de lo que son, aquélla, mejores que los del presente.”

Capitulo V.
“Respecto a la comedia es (como se ha observado) una imitación de los hombres peor de lo que son; peor, en efecto, no en cuanto a algunas y cada tipo de faltas, sino sólo referente a una clase particular, lo ridículo, que es una especie de lo feo. Lo ridículo puede ser definido acaso como un error o deformidad que no produce dolor ni daño a otros; la mascara, por ejemplo, que provoca risa, es algo feo y distorsionado, que no causa dolor. ”[9]

Capítulo VI.
“Una tragedia, en consecuencia, es la imitación de una acción elevada y también, por tener magnitud, completa en sí misma; enriquecida en el lenguaje, con adornos artísticos adecuados para las diversas partes de la obra, presentada en forma dramática, no como narración, sino con incidentes que excitan piedad y temor, mediante los cuales realizan la catarsis de tales emociones. Aquí, por “lenguaje enriquecido con adornos artísticos" quiero decir con ritmo, armonía y música sobre agregados, y por “adecuados a las diversas partes" significo que algunos de ellos se producen, sólo por medio del verso, y otros a su vez con ayuda de las canciones”.[10]

Capitulo VII.
“Hemos establecido que una tragedia es una imitación de una acción que es completa en sí misma, como un todo de cierta magnitud; pues un todo puede carecer de magnitud para hablar de él. Ahora bien, un todo es aquello que posee principio, medio y fin. Un principio es aquello que necesariamente no adviene después de algo más, si bien algo más existe o acontece después de esto. El fin, por el contrario, es lo que naturalmente se deduce de algo más, ya como una consecuencia necesaria o usual, y no es seguido por nada más. Una trama bien construida, por consiguiente, no puede ora empezar o terminar en el punto que se desee; el comienzo y el fin en esto deben ser de las formas justamente descritas. Así, para ser bella una criatura viviente y cada todo compuesto de partes debe no sólo presentar cierto ordenamiento en el arreglo de sus partes, sino también poseer cierta definida magnitud. La belleza es un problema de tamaño y orden, y por tanto imposible 1) en una criatura insignificante, dado que nuestra percepción deviene indistinta cuando ella se aproxima instantáneamente; o 2) en una criatura de gran tamaño digamos, mil estadios de largo ya que en tal caso en lugar de ver el objeto al instante, la unidad y la totalidad de éste se pierde para el observador. De la misma manera, entonces, así como un todo bello hecho de partes, o una bella criatura viviente debe ser de determinado tamaño, pero de un tamaño captable por el ojo, de igual modo una trama o argumento tiene que poseer cierta extensión, si bien capaz de ser aprehendida por la memoria. ”[11]

Capitulo XIII
“(…) Los próximos puntos, después de lo que hemos dicho antes, son éstos: ¿A qué debe apuntar el poeta y qué debe evitar al construir sus fábulas? ¿Y cuáles son las condiciones de que depende el efecto trágico?
Comprendemos que para la forma más bella de tragedia la fábula no debe ser simple sino compleja, y que además debe imitar acciones que provoquen temor y piedad, puesto que ésta es la función distintiva de esta clase de imitación. Se deduce, en consecuencia, que existen tres formas de fábulas que deben evitarse: 1) Un hombre excelente no debe aparecer pasando de la felicidad a la desdicha, o 2) un hombre malo, de la desdicha a la felicidad. La primera situación no es piadosa ni inspiradora de temor, sino simplemente nos es odiosa. La segunda es la menos trágica que puede presentarse; no tiene ninguno de los requisitos de la tragedia. No apela ni a los sentimientos humanos en nosotros ni a nuestra piedad ni a nuestro temor. Por otra parte, tampoco debe 3) un hombre malo en extremo deslizarse de la felicidad a la miseria. Tal historia puede suscitar el sentimiento humano en nosotros, aunque no nos conducirá ni a la piedad ni al temor; la piedad es ocasionada por una desgracia inmerecida, y el temor por algo acaecido a hombres semejantes a nosotros mismos, de modo que no habría en la situación nada piadoso ni inspirador de temor. ”[12]



Unidad II – Teoría de la argumentación.


Introducción

¿Qué es argumentar?, ¿Qué es un argumento?, ¿Cuándo es posible argumentar?, ¿Dónde se puede dar una argumentación?, ¿Por qué es importante argumentar?...

En un primer acercamiento básico y casi trivial podríamos responder a la pregunta ¿que es argumentar? estableciendo que la argumentación es la acción de dar argumentos. Ahora bien ¿qué es un argumento? En un sentido amplio, un argumento es una afirmación basada en motivos o razones. Por lo cual, dar un argumento es fundamentar, justificar por qué sostenemos lo que sostenemos; dar motivos en defensa de nuestras opiniones.
            “Dar un argumento significa ofrecer un conjunto de razones o de pruebas en apoyo de una conclusión. Un argumento no es simplemente la afirmación de ciertas opiniones, ni significa exponer nuestros prejuicios[13] bajo una nueva forma, sino que los argumentos son intentos de apoyar ciertas opiniones con razones. (...) Son una manera de tratar de informarse acerca de qué opiniones son mejores que otras. Algunas conclusiones pueden apoyarse en buenas razones, otras tienen un sustento mucho más débil. Pero a menudo desconocemos cuál es cuál. Tenemos que dar argumentos en favor de diferentes conclusiones y luego valorarlos para considerar cuan fuertes son realmente (...)
Argumentar es importante también por otra razón: permite que defendamos una conclusión sustentados en pruebas. Un buen argumento no es una mera reiteración de las conclusiones; en su lugar ofrece razones, de tal manera que otras personas puedan formarse sus propias opiniones. (...)
No es un error tener opiniones. El error es no tener nada más.[14]
“Una argumentación consiste en una o más razones que se ofrecen para fundamentar una afirmación con el objetivo de convencer a alguien de ella o al menos de justificar su aceptabilidad. Esto significa que una persona que argumenta no expresa simplemente lo que piensa, sino que además lo respalda y busca a través de ello producir una efecto en el interlocutor”. Guinovart, R Cómo hacer cosas con razones.
 
 


Un argumento es un razonamiento mediante el cual se intenta convencer a alguna persona de la verdad o falsedad de una tesis. Una tesis es una proposición, afirmativa o negativa, que alguien sostiene sobre algún tema, cuya veracidad no es evidente, sino que requiere de demostración. Para demostrar la veracidad de una tesis debe situársela en el lugar de la conclusión de un razonamiento, recurriendo a otras proposiciones que oficien de premisas.
            Pero es necesario distinguir, entonces, entre un razonamiento y un argumento, pues un argumento es un razonamiento, pero en un contexto determinado. Además la teoría de la argumentación se preocupa de más cuestiones para determinar la corrección de un argumento que simplemente su validez formal, que utilice un razonamiento correcto. Así que aunque el uso de un razonamiento correcto sea necesario para la argumentación (por lo cual esta teoría está en contacto con la Lógica) no es suficiente.
            ¿Cuándo es posible argumentar? Lo primero que debe haber para que sea necesario ofrecer un argumento es un desacuerdo, diferentes puntos de vista sobre cierto tópico. Si todos estuviéramos de acuerdo, por ejemplo, en que la pena de muerte es injusta no tendríamos que argumentar por qué creemos eso; tal vez tendremos que hacerlo a la hora de decidir por qué es injusta: si unos piensan que es injusta porque uno de los diez mandamientos dice “no matarás” y otros sostienen que es injusta porque no tenemos derecho a decidir sobre la vida de los demás, es aquí donde comienzan las diferencias, y es aquí donde debemos fundamentar lo que decimos. 
Cuando realizamos una afirmación cualquiera debemos tener siempre presente que ella puede ser verdadera o falsa, por lo cual puede ser discutible y cualquier persona puede manifestar su acuerdo o desacuerdo con la misma, su opinión acerca de si ella es verdadera o falsa. Pero cuando no estamos de acuerdo con algo, no basta decir “estoy en desacuerdo”, sino que debemos dar razones, explicar el (o los) por qué(s) de nuestro desacuerdo con respecto a la tesis sostenida por nuestro interlocutor. Esto es, justamente, argumentar: proporcionar razones que explican por qué adherimos o no adherimos a cierta afirmación, o aportar razones que lleven a los demás a adherir o a no adherir a cierta afirmación.
Ahora bien, ¿dónde se argumenta? Argumentar es una de las actividades más frecuentes en una sociedad democrática: se argumenta en la política, por ejemplo, para justificar nuestro apoyo o rechazo a una medida concreta; se argumenta en los negocios, por ejemplo, para explicar por qué un precio nos parece demasiado elevado; se argumenta en el ámbito de las relaciones entre empleados y patrones, por ejemplo, cuando se discute un acuerdo salarial, o cuando se inicia un conflicto. También se argumenta cuando se hace publicidad (o al menos cuando se opta por cierta forma de hacer publicidad).
Sin embargo, esta presencia casi universal de la argumentación (característica de nuestra forma de vida) no se da en todos los tipos de sociedades ni tampoco siempre en la nuestra. En una sociedad donde rija “la ley del más fuerte”, por ejemplo, no hay necesidad de argumentar, todo se reduce a un único “argumento” que consiste en decir “esto se hace así porque yo lo quiero y soy el más fuerte”. Pero también dentro de una sociedad democrática hay ámbitos donde no se argumenta: el ejército, por ejemplo, es una institución donde la obediencia ciega es un valor deseable y no se argumenta (quizás sólo entre pares) sino que se dan y se reciben órdenes, según la relación jerárquica.
No obstante, el hecho de vivir en una sociedad democrática implica que permanentemente vamos a vernos envueltos en alguna situación donde se nos haga necesario argumentar; por lo cual el conocer el estudio, las formas y fallas de los diversos tipos de argumentaciones nos ayuda a no caer en errores a la hora de fundamentar nuestras opiniones y saber reconocerlos en discursos ajenos, cuando se nos intenta convencer de algo mediante una justificación ilegítima.

La Lógica Formal
El estudio de la corrección de los razonamientos
Por su etimología, la palabra “lógica” deriva del vocablo griego logiké, que a su vez deriva de logos, término que se traduce por ‘palabra’, ‘expresión’, ‘pensamiento’, ‘concepto’, ‘discurso’, ‘habla’, ‘verbo’, ‘razón’, ‘inteligencia’, etc. A esta multitud de significaciones se han agregado otras, como por ejemplo ‘ley’, ‘principio’ y ‘norma’. El sentido primario de “logos” referiría a la capacidad humana de seleccionar y reunir palabras para obtener una ley científica, un principio universal y necesario, un discurso que explica por qué algo es como es y no de otro modo. Logike era lo relativo al logos. De ahí que la palabra “lógica” haya sido usada entre los antiguos filósofos griegos para designar a la ciencia que tiene por objeto de estudio “lo racional” o “lo discursivo”.
Actualmente, el término “lógica” designa a la ciencia que se aboca al estudio de la estructura de los razonamientos, con el objetivo de distinguir los razonamientos correctos (aquellos que nos permiten llegar a conclusiones verdaderas) de los incorrectos (aquellos que no nos ofrecen la certeza de que las conclusiones a que llegamos sean verdaderas).
Es común encontrar a la lógica definida como la ‘ciencia de las leyes del pensamiento’. Pero esta definición, aunque proporciona una clave para comprender la naturaleza de la lógica, no es apropiada. En primer lugar, el pensamiento es estudiado por los psicólogos, y la lógica no es una rama de la psicología, sino una ciencia diferente e independiente. En segundo lugar, si ‘pensamiento’ se refiere a cualquier proceso que tiene lugar en la mente de las personas, no todos los pensamientos son objeto de estudio de los lógicos. El objeto de estudio de la lógica son, específicamente, los razonamientos. Todo razonamiento es un pensamiento, pero no todo pensamiento es razonamiento. Uno puede recordar algo, imaginarlo o lamentarse de él, sin hacer razonamiento alguno en torno a ello. La definición de la lógica como ‘ciencia de las leyes del pensamiento’ la presenta, pues, como incluyendo demasiado.
A veces se define a la lógica como la ciencia del razonamiento. Esta definición es más cercana, pero también resulta inapropiada. El razonamiento, en tanto es un tipo de pensamiento, forma parte de los temas que interesan al psicólogo, pero el lógico está interesado exclusivamente en la corrección del proceso de razonamiento.
Cabe hacer una última distinción: la lógica se preocupa principalmente de la validez de los razonamientos y no de se valor de verdad. La verdad de las premisas y conclusiones de un razonamiento (cuando son proposiciones empíricas) se corroboran como verdaderas mediante la contrastación observacional (en sus distintas variaciones), es decir verificando empíricamente si son verdaderas. Lo que la lógica determina, según la estructura de los razonamientos, es la validez es decir la corrección lógica del razonamiento, que asegura que su conclusión se desprende necesariamente de las premisas, lo cual me permite inferir que si las premisas son verdaderas, también lo será la conclusión. Pero la relación verdad-validez es bastante compleja: pueden haber razonamientos válidos con premisas falsas y conclusiones falsas, razonamientos válidos con premisas falsas y conclusiones verdaderas, razonamientos válidos con premisas verdaderas y conclusiones verdaderas, razonamientos inválidos con premisas verdaderas y conclusiones falsas, razonamientos inválidos con premisas verdaderas y conclusiones verdaderas, etc. Lo único que no puede pasar es que un razonamiento válido con premisas verdaderas tenga como conclusión una proposición falsa.

Estructura de los razonamientos

            Un razonamiento es cualquier conjunto de proposiciones de las cuales una se afirma como verdadera sobre la base de las otras. En el ámbito de la lógica se reserva la palabra razonamiento para designar al resultado del proceso mental mediante el cual se busca apoyar la verdad de una proposición asociándola con otras cuya verdad ya es aceptada, en tanto que se emplea el término argumento para denominar al razonamiento del que se hace un uso público (oral o escrito) con el objetivo de convencer a otros acerca de la veracidad de cierta tesis.

Las proposiciones son oraciones informativas de carácter afirmativo.
Premisas y Conclusiones

En todo razonamiento las proposiciones cumplen una de las siguientes funciones: ser la base de la que se parte o el punto al que se arriba. La conclusión de un razonamiento es la proposición que se afirma con base en las otras proposiciones del razonamiento, y estas otras proposiciones, que son afirmadas como apoyo para aceptar la conclusión, son las premisas de ese razonamiento.
El tipo más simple de razonamiento es el de una sola premisa y una conclusión. Un ejemplo de este caso es el siguiente: “Los profesores de enseñanza media exigen demasiado para obtener un título que permita el acceso a la Universidad. Por lo tanto, los profesores de enseñanza media son un mal necesario”.
Aquí se enuncia primero la premisa y luego la conclusión. Pero el orden en que son enunciadas no es importante desde el punto de vista lógico. En el siguiente razonamiento, la conclusión se enuncia en la primera oración y la premisa en la segunda: “Un profesor que pretende relacionarse de igual a igual con sus alumnos es un ser contradictorio. Porque todo profesor debe mandar para desarrollar su actividad”.
En ciertas ocasiones, la premisa precede a la conclusión en un razonamiento en una sola oración: “Todo profesor debe reforzar la capacidad crítica de sus alumnos, por lo que la educación no se agota en la transmisión de conocimientos”.
En otras ocasiones, la conclusión precede a la premisa también en un razonamiento de una sola oración: “Un profesor debe conocer la realidad concreta de sus alumnos, porque un profesor debe respetar los saberes con que sus alumnos llegan al liceo”.
Otros razonamientos ofrecen varias premisas en apoyo a sus conclusiones. En el siguiente ejemplo, la conclusión está al final de tres premisas: “Es tarea de un profesor desafiar a sus alumnos a comprender lo que les comunica. Es un gesto de autoritarismo de parte del profesor el preguntar a sus alumnos si ‘saben con quién están hablando’. Un profesor debe promover la curiosidad de sus alumnos. Por lo tanto, todo profesor se debe a sus alumnos”.
En este otro caso, la conclusión antecede a sus tres premisas: “Para ser un buen profesor, no alcanza con transferir conocimientos. En primer lugar, porque todo buen profesor debe perfeccionar su formación con cierta frecuencia. En segundo lugar, porque un buen profesor no debe menospreciar a ninguno de sus alumnos. En tercer lugar, porque un buen profesor debe estar comprometido con la defensa de las condiciones en las que se desarrolla su trabajo”.
Para contar las premisas de un razonamiento, no podemos apelar simplemente al número de oraciones; puede haber más de una premisa en la misma oración: “Todo profesor debe contribuir a la autonomía de sus alumnos, y la autonomía implica rebelarse frente a las injusticias. Por lo tanto, todo profesor debe contribuir a rebelarse frente a las injusticias”.
Debemos notar que “premisa” y “conclusión” son términos relativos. En primer lugar, porque ninguna proposición, considerada en forma aislada, es una premisa o una conclusión. Una proposición es una premisa solamente cuando aparece como supuesto de un razonamiento. Una proposición es una conclusión solamente cuando pretende fundamentarse en otras proposiciones de un argumento.
En segundo lugar, porque la misma proposición puede ser premisa en un razonamiento y conclusión en otro. Consideremos este ejemplo: “La arrogancia descalifica al profesor frente a sus alumnos. El desinterés de un profesor por su capacitación profesional es síntoma de arrogancia. Por lo tanto, el desinterés por su capacitación profesional descalifica al profesor frente a sus alumnos”. Aquí, la proposición “el desinterés por su capacitación profesional descalifica al profesor frente a sus alumnos” es la conclusión, y las dos proposiciones anteriores son sus premisas. Pero la conclusión de este razonamiento es una premisa en el siguiente razonamiento: “La descalificación de un profesor frente a sus alumnos imposibilita un trato respetuoso entre ellos. El desinterés por su capacitación profesional descalifica al profesor frente a sus alumnos. Por lo tanto, el desinterés de un profesor por su capacitación profesional imposibilita el trato respetuoso de sus alumnos”.
Los razonamientos precedentes o bien tienen sus premisas seguidas de su conclusión, o a la inversa. Pero la conclusión de un razonamiento no necesita enunciarse como su parte final o al principio del mismo, puede suceder que se halle en medio de diferentes premisas que se ofrecen en su apoyo: “El autoritarismo implica creerse en posesión de la verdad absoluta; por ello sancionar a un alumno es una práctica autoritaria, ya que para sancionar es preciso creerse en posesión de la verdad absoluta”. Aquí, la conclusión de que “sancionar a un alumno es una práctica autoritaria”, se afirma sobre la base de la proposición que la precede y de la que la sigue.
Ya que un razonamiento puede enunciarse poniendo su conclusión al principio, en medio o al final de las premisas (e incluso puede no aparecer), su conclusión no puede identificarse por la posición del mismo. Entonces ¿cómo puede uno decir cuál es la conclusión y cuáles son las premisas dado un razonamiento? A veces, por la presencia de palabras indicadoras. La conclusión suele estar precedida por expresiones tales como:
lo cual prueba que
se concluye que
por esta razón
de ahí que
lo cual muestra que
como resultado
podemos decir que
así
en consecuencia
por esta razón
lo que implica que
luego
consecuentemente
se deduce que
se sigue que
por lo tanto

Del mismo modo, la presencia de ciertas palabras o frases señala frecuentemente, pero no siempre, que lo que sigue es la premisa de un razonamiento:
puesto que
porque
como muestra
como es indicado por
se puede inferir de
Dado que
pues
la razón es que
por las siguientes razones
se puede deducir de
a causa de
se sigue de
en vista de que
se puede derivar de
esto es porque

Consideremos el siguiente razonamiento: “Puesto que todo privilegio social es un robo, y en vista de que la propiedad privada es un privilegio social, se deduce que la propiedad privada es un robo”. Hallamos que el mismo está compuesto de dos premisas (‘Todo privilegio social es un robo’, y ‘La propiedad privada es un privilegio social’) y una conclusión (‘La propiedad privada es un robo’). A los efectos de su clarificación, y siguiendo el criterio tradicional de utilizar una barra horizontal u oblicua para simbolizar la expresión que precede a la conclusión, este razonamiento puede representarse de las siguientes maneras:

Todo privilegio social es un robo.
La propiedad privada es un privilegio social.
La propiedad privada es un robo.

Todo privilegio social es un robo. La propiedad privada es un privilegio social. / La propiedad privada es un robo.


El objetivo de la argumentación

            ¿Por qué argumentar?, persuadir y convencer, pensar por si mismo

En diversos ámbitos de nuestra sociedad predomina la tradición retórica y dialéctica iniciada por los sofistas: persuadir a otra persona para que admita la veracidad de la tesis que yo defiendo, sin que me importe que esa tesis sea o no verdadera y que sus efectos para los demás sean o no buenos. Lo único que importa es el éxito, para lo cual basta con apoyarse en proposiciones que el otro acepte. Consideremos algunos ejemplos:
-          Un abogado puede sostener la tesis de la inocencia de una persona que realmente cometió un delito, ya sea porque le pagaron por ello o porque está en juego su prestigio profesional.
-          Un político puede sostener la tesis de que si es electo presidente mejorará la situación del país, cuando en realidad lo único que ve en su elección es la posibilidad de obtener mucho dinero.
-          Un estudiante puede sostener una tesis que no comparte para ser bien calificado por su profesor.

            Distingue Roberto Marafioti, en su libro “Los patrones de la Argumentación”, entre los conceptos de persuadir y convencer, al explicar la importancia de la argumentación:
            “La dimensión social del hombre se manifiesta de diferentes modos. Uno de los más elocuentes parte de la comunicación. Existen mecanismos comunicativos que se emplean cotidianamente de manera casi inconsciente y hay instituciones que organizan y regulan las posibilidades de intercambio comunicativo entre los sujetos. Cuando alguien se comunica con otro se ponen en funcionamiento distintas modalidades de organización discursiva: se narra, se explica, se describe, se argumenta. (...)
            Las formas de estructurar la argumentación que se dan en las diversas comunidades a lo largo de su historia son un aspecto importante porque organizan las relaciones generales de una sociedad. De ahí la importancia de reconocer las formas de articulación, las manifestaciones y, sobre todo, las huellas que durante más de veinticinco siglos se ha ido organizando y perduran en la actualidad alrededor de este fenómeno.
            Siempre que se toma contacto con otra persona o con una institución se da una situación en la que se argumenta de algún modo para provocar una conducta sobre el o los otros, para hacer que ese otro crea o deje de creer tal o cual cosa. Es más, se puede asegurar, por ejemplo, que tanto los sistemas educativos actuales como los medios de difusión están organizados sobre la base de regular de manera firme y sólida esta situación.
            A lo largo de la historia existieron diversas instituciones en las que se plasmó esta intención de lograr la cohesión y la coerción sociales. Las religiones, la escuela, el foro judicial, los poderes legislativos, los medios masivos, corresponden a distintas etapas en las que siempre se manifestó la voluntad de regular la imposición de puntos de vista sobre conglomerados cada vez más vastos y complicados, y estos fenómenos que se pueden rastrear en el pasado adquirieron en la actualidad una fuerza y una frecuencia incuestionables.
            Tratar la argumentación lleva a razonar temas de importancia y complejidad indudables. Supone considerar la noción de público, de auditorio, de opinión pública. El listado y los problemas se podrían amplias así, cuando se habla acerca de libertad y manipulación, de verdad y falsedad, de democracia y dictadura, de conflicto y consenso, de legitimidad e ilegitimidad, se suponen actividades que incluyen el uso del discurso y la intención de operar sobre las conciencias y las voluntades de los otros. (...)
            Persuadir y convencer. Desde los tiempos más remotos se mantuvo esta división entre dos mecanismos que se desencadenan a partir del ejercicio del lenguaje.
            En el mundo de los griegos Peithó, la persuasión, era una divinidad que “jamás sufrió rechazo”, según afirma Esquilo. Estaba asociada a Afrodita, la diosa “de los pensamientos sutiles”, y disponía de “sortilegios de palabras de miel”. En el Panteón griego Peithó corresponde al poder de la palabra sobre los otros. Su templo es la Palabra. (...)
            La ambigüedad de estos conceptos y más concretamente el de persuasión (y disuasión) ha pervivido (...) Sin embargo, bajo ciertas consideraciones se puede formular una diferencia nítida entre persuadir y convencer. (...) La gramática misma ofrece sus servicios para diferenciar ambos conceptos. Así, una persuasión se padece (como algo impuesto) mientras que una convicción se tiene (como algo obtenido). El carácter pasivo del paciente de la persuasión contrasta con el carácter activo del paciente de la convicción. (...)
            Otra realización de este contraste gramatical entre ‘persuadir’ y ‘convencer’ se advierte en la naturalidad con que surge una afirmación del tipo “A fue persuadido en un primer momento, pero luego cambió de opinión”, en contraste con la secuencia menos usual “A se convenció primero, pero luego cambió de opinión”. La opinión resulta difícilmente negociable, luego de que se ha producido una convicción.
            Puede afirmarse también que la convicción implica un proceso activo, racional y reflexivo, por parte del participante paciente, mientras que la persuasión implica un proceso pasivo, irracional e irreflexivo, por parte del participante paciente. La propuesta persuasiva apela a una gama de mecanismos psicológicos sin mediación de la razón. Las persuasiones tienen que ver con las emociones. La propuesta de convicción, en cambio, apela a la razón, hace un llamado a la revisión crítica, explícita, tanto del argumento o lo argumentos a favor, como de los argumentos en contra de la propuesta o tesis.”[15]
            En diversos ámbitos de la sociedad como los mencionados anteriormente (juzgados, política, publicidad) se intenta, en términos de Marafioti, persuadir más que convencer. En filosofía, en cambio, se sigue la tradición iniciada por Platón y Aristóteles: nuestra intencionalidad al enfrentarnos a un problema ha de ser la de buscar la verdad del caso, aunque tal verdad nos perjudique directamente. Michel Tozzi agrega a las razones de por qué es importante argumentar presentadas por Marafioti y Weston otra: pensar por sí mismo.
            ¿Cuáles son mis opiniones? ¿De dónde vienen?
            Pensar por sí mismo, es examinar el fundamento de sus ideas. Es tomar distancia crítica en relación a las opiniones arraigadas en su personalidad. Puede ser entonces útil constituir ‘el estado de los lugares’ de sus pensamientos, para hacer de ello el material de una reflexión, de un retorno sobre sí, a fin de saber verdaderamente ‘de que habla y si lo que se dice es verdadero’.
            Nosotros tenemos opiniones sobre muchas cuestiones. Por ejemplo, desde el punto de vista religioso, somos tanto creyentes como ateos; desde el punto de vista político, nos inclinamos tanto a la derecha o la izquierda. A menos que nosotros rechacemos esas alternativas como los agnósticos, etc. (...)
            ¿Sobre qué tenemos opiniones?
            Tenemos también ciertamente un punto de vista sobre:
         la pena de muerte, el aborto, la eutanasia:
         el matrimonio civil y religioso, el concubinato, el divorcio
         la igualdad de las mujeres, la educación de los niños, la escuela pública y privada
         la inmigración, el desempleo, la inseguridad;
         lo que nosotros consideramos o no como arte, los altibajos de la ciencia, de Europa, de la guerra, etc.
            De esas ideas, nosotros no tenemos forzosa y constantemente conciencia. Es cuando se nos plante lo que pensamos sobre tal problema (la validez de la astrología, la prohibición de fumar en lugares públicos, etc.) que debemos tomar posición, de manera que a veces nos adherimos a la seguridad de alguien que ha reflexionado sobre el tema (lo cual no siempre es garantía), o bien porque debemos cumplir un acto que demanda una decisión (ej. poner una boleta en una urna). Entre esas opiniones, hay un cierto número entre ellas que firmemente ‘no nos harían cambiar de parecer’, por ejemplo tal posición religiosa o política, tenemos un sentimiento de un compromiso importante y preciso sobre ese asunto, y al menos sobre ese punto la convicción de estar en la verdad. Esas opiniones son a veces el fruto de la reflexión y de un largo recorrido personal. Ellas están tan bien incrustadas en nosotros que las tenemos verdaderamente maduras. Ellas no son sino, a menudo en esos casos, más que prejuicios no fundados. Son sobre ellas por sobre todo que sería necesario examinar, porque ellas coinciden con lo que nosotros somos y repudian toda puesta en duda.
            ¿Qué relación hay entre lenguaje y pensamiento?
            Para hacer el punto sobre esas ideas, es necesario un mínimo de método, es decir, de orden por el cual se proceda rigurosamente. Es el lenguaje que permite expresar un pensamiento. Una idea no formulada permanece como una nebulosa. Se sabe, entonces, verdaderamente lo que se quiere decir cuando se lo ha dicho efectivamente, porque las palabras son herramientas que ayudan a tallar el pensamiento.
            ¿De dónde provienen mis opiniones?
            Mis opiniones no han nacido en mi pensamiento por generación espontánea. Puedo tenerlas personalmente aseguradas por la experiencia y la reflexión. Pero no siempre es este caso en mi juventud, pues tengo poca experiencia y soy muy influenciable. Es el caso también cada vez que yo adhiero a una idea sin examen, simplemente porque ella está de moda, vehiculizada por los medios o compartida por mi entorno: la he atrapado, por así decirlo, como un virus mental. (...) Estamos impregnados de nuestra juventud (donde no tenemos espíritu crítico), de las ideas de nuestra civilización occidental, de nuestra cultura judeo-cristiana, de nuestra época del siglo XX, de las tradiciones de la nación francesa y de nuestra región, de nuestro medio familiar, de nuestra clase social. (...) Estamos muy sujetos por nuestros parientes, de nuestros profesores, de nuestros camaradas (...) y de los periodistas. ¿Algo es verdadero solamente porque se nos ha dicho y lo entendemos y lo repetimos así? ¿nos lo apropiamos de una autoridad y de una tradición ajena? ¿O es necesario ser más exigentes sobre el fundamento racional de una verdad?
            Si queremos analizar lúcidamente nuestras ideas, es necesario comprender como se han formado, su origen, su genealogía. Más allá de las consideraciones generales, un examen personalizado de los argumentos de nuestras creencias (una búsqueda de argumentos que justifique nuestras creencias) se impone como necesario para cada uno(...)
            Nada es de hecho tan simple. (...). Las ideas de un individuo no se explican solamente por sus orígenes y notablemente por una historia y un contexto social: cada uno tiene su itinerario particular, sobrepasando los esquemas generales; cada historia personal está marcada desde el inicio de una libertad, irreductible a cualquier factor simplista ignorando la complejidad.
            Pero precisamente, por lo que es de nuestras opiniones pre-reflexivas, los determinismo psicosociales juegan un papel importante porque el pensamiento no se ha desarrollado, no se ha decantado suficientemente de las influencias para construir sus propios andamios y preparar su perfil único. Es por eso que es necesario analizar de dónde vienen, para comprender lo que se es, si se quiere llegar a ser.”[16]

Actividad 1
Elabora un argumento utilizando los conocimientos entorno a los siguientes temas: 1) “La Poética” de Aristóteles. 2) La posibilidad del conocimiento. 3) El valor de aprender a argumentar. Diferencia claramente premisas de conclusión utilizando los indicadores.



Actividad 2.

¿Los siguientes textos son argumentativos? Si es así identifica premisas de conclusión.

Texto1
De los bellos cuerpos a la idea de lo Bello
“En efecto, quien hasta aquí haya sido instruido en las cosas del amor, tras haber contemplado las cosas bellas en ordenada y correcta sucesión, descubrirá de repente, llegando ya al término de su iniciación amorosa, algo maravillosamente bello por naturaleza, a saber, aquello mismo, Sócrates, por lo que precisamente se hicieron todos los esfuerzos anteriores, que, en primer lugar, existe siempre y ni nace ni perece, ni crece ni decrece; en segundo lugar, no es bello en un aspecto y feo en otro, ni unas veces bello y otras no, ni bello respecto a una cosa y feo respecto a otra, ni aquí bello y allí feo, como si fuera para unos bello y para otros feo. Ni tampoco se le aparecerá esta belleza bajo la forma de un rostro ni de unas manos ni de cualquier otra cosa de las que participa un cuerpo, ni como un razonamiento, ni como una ciencia, ni como existente en otra cosa, por ejemplo, en un ser vivo, en la tierra, en el cielo o en algún otro, sino la belleza en sí, que es siempre consigo misma específicamente única, mientras que todas las otras cosas bellas participan de ella de una manera tal que el nacimiento y muerte de estas no le causa ni aumento ni disminución, ni le ocurre absolutamente nada. Por consiguiente, cuando alguien asciende a partir de las cosas de este mundo mediante el recto amor de los jóvenes y empieza a divisar aquella belleza, puede decirse que toca casi el fin. Pues esta es justamente la manera correcta de acercarse a las cosas del amor o de ser conducido por otro: empezando por las cosas bellas de aquí y sirviéndose de ellas como de peldaños ir ascendiendo continuamente, en base a aquella belleza, de uno solo a dos y de dos a todos los cuerpos bellos y de los cuerpos bellos a las bellas normas de conducta, y de las normas de conducta a los bellos conocimientos, y partiendo de estos terminar en aquel conocimiento que es conocimiento no de otra cosa sino de aquella belleza absoluta, para que conozca al fin lo que es la belleza en sí.”    (Platón. El banquete (384 a. de C), 21 1«, traducción M. Martínez. Hernández., Credos, Madrid, 1993)
Texto 2
“Si consideramos todas las hipótesis que se han hecho o por la filosofía o por el conocimiento vulgar para explicar la diferencia entre belleza y fealdad, hallamos que todas pueden reducirse a esto, a saber: que la belleza es un orden de construcción de partes que, o por una constitución originaria de nuestra naturaleza o por hábito o capricho, es capaz de producir un placer o satisfacción en el alma. Este es el carácter distintivo de la belleza, y constituye su diferencia con la fealdad, cuya tendencia natural es producir dolor. Placer y dolor, por consiguiente, no son sólo acompañantes necesarios de la belleza y de la fealdad, sino que constituyen su verdadera esencia. Y de hecho, si consideramos que una gran parte de la belleza que admiramos en los animales o en otros objetos se deriva de la idea de la conveniencia o utilidad, no debemos sentir escrúpulo alguno al asentir a esta opinión”
(David Hume: Tratado sobre la naturaleza humana)
Texto 3
“Kant, en la Crítica del juicio, asegura que el deleite producido por la belleza es el único verdaderamente desinteresado y libre… el afán de belleza no parece responder a ninguna necesidad concreta ni sensorial ni racional. Sabemos por qué los hombres primitivos hicieron cuencos de arcilla cocida para satisfacer con mayor comodidad su hambre y su sed. Podemos suponer que también los utilizaron para alimentar a sus hijos o dar de beber a sus compañeros sedientos,… Pero ¿por qué los adornaron con una cenefa de figuras geométricas o de motivos florales? Esa decoración no sirve para nada, no cumple en apariencia ninguna función: ningún chimpancé hubiese perdido el tiempo añadiendo tal superfluidad a un objeto cuya utilidad, por lo demás, podría llegar a entender. Sin embargo, esos motivos ornamentales revelan que los hombres no sólo buscan satisfacer sus necesidades sino que también tienen interés en que las cosas sean hermosas o que les parezcan hermosas a ellos. ¿Qué tipo de «interés»? … Kant dice que se trata de un interés desinteresado.
Según Kant, «es bello lo que complace universalmente sin concepto». Las dos características son importantes.
A lo que se refiere Kant cuando dice que lo bello complace «universalmente» no es a que «de hecho» todos coincidamos en considerar «bellas» a las mismas cosas sino a que sólo llamamos «bello» a lo que consideramos que tiene derecho y mérito suficiente en sí mismo para ser considerado así por todo el mundo, mientras que no exigimos tanto al proclamar otro tipo de gustos.
No menos interesante es la afirmación kantiana de que lo bello «no tiene concepto». Según el uso que Kant hace del término, el concepto es lo que nos permite identificar inequívocamente algo y además brinda una regla práctica para construirlo o juzgarlo. Pero aunque podemos identificar conceptualmente que tal cosa es un amanecer y tal otra una catedral, carecemos de una regla o modelo determinante que establezca necesariamente cuándo el uno y la otra merecen el atributo de «hermosura».”        (Fernando Savater: La preguntas de la vida.)
Texto 4
¿Hace falta siempre un descodificador para entender una obra de arte?
Sí, siempre. Es un error imaginar que es posible el acceso a una obra de arte, sea cual sea, con las manos en los bolsillos, totalmente despreocupados, ingenuamente. No entendemos a un chino que nos dirige la palabra si no dominamos su lengua o si no poseemos ciertos rudimentos de la misma. Pero así procede el arte, como un lenguaje, con su gramática, su sintaxis, sus convenciones, sus estilos, sus clásicos. Quien ignore la lengua en la que está escrita una obra de arte se priva para siempre de comprender su significado y, por tanto, su alcance. Así, todo juicio estético se hace imposible, impensable, si se ignoran las condiciones de existencia y aparición de una obra de arte.
El desconocimiento del contexto de una obra conduce a la ignorancia de su sentido. Cuanto más sabemos de su entorno, mejor comprendemos su interior; cuanto menos sabemos de él, más nos condenamos a permanecer en la periferia. De algún modo, conocer la época, la identidad del autor, sus intenciones, transforma al observador en artista. No hay comprensión de una obra si falta la inteligencia de quien la mira. La cultura es, pues, esencial para la aprehensión del mundo del arte, sea cual sea el objeto concernido y considerado. Al proponer un trabajo, el artista efectúa la mitad del camino. La otra es cuestión del aficionado que se propone apreciar la obra.
 (Michel Onfray: Antimanual de Filosofía)
Parte II.: Breve reseña histórica.

¿Cómo y dónde surge la argumentación?

El interés por los estudios sobre la argumentación (tanto sobre su corrección como sobre su eficacia) nacen conjuntamente con el surgimiento de la democracia, con las investigaciones realizadas por Sócrates y los Sofistas. El lugar de la palabra, y por lo tanto el de su estudio, cobran un lugar de privilegio a la hora de discutir en el Ágora los asuntos de la ciudad; ya no importa quién dice un discurso, sino que lo importante es qué es lo que se dice y cómo se dice.
Explica Rodolfo Mondolfo que “en el siglo V a.C. Atenas asistió a su mayor florecimiento cultural; ésta se convirtió en el centro de la civilización helénica. (...) El espíritu democrático ateniense promueve la participación de todo el pueblo en el progreso cultural. (...) A esta libertad -consecuencia de la evolución política ateniense después de las guerras médicas- se vincula también la nueva orientación que allí cobra la investigación filosófica. No puede entenderse el tránsito del predominio de los problemas de la naturaleza, característico de la filosofía anterior, a la posición central que conquistan ahora los problemas humanos, si no se relaciona la evolución de los intereses intelectuales con la situación político-social.
(...) ante el aumento de los poderes de la asamblea popular se siente la necesidad de preparar nuevas elites dándoles una cultura político-jurídica basada en el conocimiento de los problemas intelectuales y morales y asistida por una dialéctica capaz de imponerse y triunfar en las asambleas y en los tribunales. La adquisición de semejante cultura exige maestros que no se cierren, como antes lo hicieran los naturalistas, en la esfera de sus problemas y de sus escuelas, sino que ofrezcan la enseñanza que el público reclama y está dispuesto a pagarles. Y es así como aparecen los sofistas.”[17]

            El nacimiento de la argumentación se vincula con la dialéctica socrática y la retórica sofista. El estudio de la retórica por parte de los sofistas, la búsqueda de elementos que permitieran generar un discurso infalible, que logre convencer a quien lo escuchaba sin importar si ese argumento fuese “real o aparente” siembran los inicios de la teoría de la argumentación. Pos su parte, el examen de los argumentos aparentes fue uno de los puntos de partida desde los que Sócrates inició su método dialéctico, pero con miras muy distintas a la de los sofistas: mientras que el objetivo de éstos era el de persuadir al otro o refutar sus discursos, el objetivo del método socrático (continuado por Platón) era el de discutir, teniendo en cuenta la cuestión en sí, defendiendo o atacando una tesis con el fin de establecer la verdad absoluta. Platón atacó el “arte del buen discurso” acusando a los sofistas de convertir ese “buen decir” en un mero arte para la persuasión y el engaño, con independencia del contenido de los enunciados.
            Sócrates y Platón atacaron fuertemente el pensamiento sofista, pero fue Aristóteles (discípulo de Platón) quien trascendió el mero ataque y emprendió un estudio para intentar hallar un método válido de encontrar la verdad, un método que refutara de forma concreta la práctica sofista. El interés de los sofistas por ganar las discusiones aún admitiendo la verdad de tesis contradictorias, condujo a Aristóteles al estudio de cuándo una argumentación es correcta y cuándo no lo es, todo lo cual culminó con la creación de la lógica formal.

            El objetivo de la argumentación.

            ¿Por qué argumentar? Convencer al otro o buscar la verdad.

En diversos ámbitos de nuestra sociedad predomina la tradición retórica iniciada por los sofistas: persuadir a otra persona para que admita la veracidad de la tesis que yo defiendo, sin que me importe que esa tesis sea o no verdadera[18] y que sus efectos para los demás sean o no buenos. Lo único que importa es el éxito, para lo cual basta con apoyarse en proposiciones que el otro acepte. Consideremos algunos ejemplos:
-          Un abogado puede sostener la tesis de la inocencia de una persona que realmente cometió un delito, ya sea porque le pagaron por ello o porque está en juego su prestigio profesional.
-          Un político puede sostener la tesis de que si es electo presidente mejorará la situación del país, cuando en realidad lo único que ve en su elección es la posibilidad de obtener mucho dinero.
-          Un estudiante puede sostener una tesis que no comparte para ser bien calificado por su profesor.
En filosofía, en cambio, se sigue la tradición iniciada por Platón y Aristóteles: nuestra intencionalidad al enfrentarnos a un problema ha de ser la de buscar la verdad del caso, aunque tal verdad nos perjudique directamente. Veamos pues, algunas claves para poder construir una correcta argumentación.

            Textos argumentativos: Algunas reglas para una correcta argumentación.

            ¿Qué cosas debemos evitar a la hora de dar un argumento para que este sea correcto?.

            Tanto en filosofía como en la cotidianidad, si uno quiere convencer al otro y no persuadirlo, es decir, dar una correcta argumentación (aunque eso implique a veces la falta de efectividad), el convencimiento de una persona debe apoyarse en ciertas reglas (además de que, en el aspecto formal, uno debe utilizar un razonamiento válido). Algunas de ellas (y ejemplos donde no se cumplen) son:

a)      Partir de premisas fiables: Si apoyamos nuestra tesis en premisas que dan lugar a dudas razonables, será necesario crear argumentos en su favor, y si no somos cuidadosos esta posibilidad puede repetirse infinitamente. Para que ello no ocurra, es conveniente basar la información manejada en fuentes confiables y accesibles.

b)      Seguir un orden natural: primero establecer las premisas y luego la conclusión o primero ka conclusión y luego las premisas evitando mezclar las mismas.


c)      Evitar un lenguaje emotivo: Un buen argumento no tiene como principal objetivo poner de manifiesto y/o suscitar en el receptor sentimientos o emociones. Del lenguaje primordialmente emotivo, propio de la literatura, en particular de la poesía, no cabe predicar verdad o falsedad: de allí su inadecuación con fines argumentativos. El siguiente discurso ejemplifica la búsqueda o confirmación de la adhesión a través del recurso a la sensibilidad:
               

d)      Evitar la ridiculización de los argumentos oponentes y de las personas que los defienden: El objetivo de un argumento es demostrar la veracidad de la tesis que se defiende; el descrédito de otros argumentos y de las personas que los defienden no refuta otros argumentos ni valida los nuestros.

e)      No usar palabras poco claras o en más de un sentido: Los argumentos pierden fuerza si empleamos conceptos de significado difuso o cambiamos los términos para significar la misma idea. El lenguaje de un argumento debe ser preciso, evitando los términos generales y ambiguos.

f)       Utilizar ejemplos representativos: Es conveniente apoyar nuestra tesis en varios ejemplos, cuidando siempre que los mismos refieran al universo acerca del cual enunciamos la tesis para no caer en particularismos propios de un ejemplo no representativo.

Ficha – Unidad Argumentación.
Falacia.
Las falacias son argumentos incorrectos que tienen sin embargo cierta fuerza persuasiva. En algunos casos su incorrección puede detectarse formalmente al analizar lógicamente el razonamiento: a esas las llamamos falacias formales. Pero en otros casos, la incorrección no aparece con tanta claridad en la forma del razonamiento sino en el análisis de su contenido: hablamos entonces de falacias no formales.

Juan Manuel Comesaña define a las falacias de la siguiente manera “Una falacia es una maniobra verbal destinada a conseguir que alguien acepte una afirmación o una orden mediante motivos que no son buenas razones”.




Algunos tipos de falacias no formales.

Apelación a la autoridad: no se defienden con razones el argumento sino que se fundamenta apelando a la autoridad de otro u otros que lo sostienen sin ser verdaderas autoridades en el tema.
Ej.  “Dios existe, Albert Einstein así lo creía”.

Apelación a la fuerza: no se defiende el argumento con razones sino apelando al despliegue de fuerza con el cual el hablante se propone sostenerlo ante posibles ataques.
Ej. Un dirigente de fútbol dijo recientemente al candidato de la lista opositora: “Los números del club están todos pasados en limpio. Se los pueden explicar mejor los muchachos de la barra brava.

Argumento ad hominem “Contra el hombre”.
En lugar de presentar razones encontra de la tesis del interlocutor se objeta la fuente de dónde proviene ese argumento poniendo en tela de juicio los intereses de la persona o las personas consideradas.
Ej: Dijo el ministro de Obras y Servicios Públicos: “No tengo nada que ver con las enuncias de corrupción que fueron publicadas en la revista Primer Plano. Además, ese periodista no me puede acusar porque el trabaja para una revista que sacó en la tapa a Maradona, que es drogadicto y maricón.”

Apelación al pueblo.
Se intenta defender una verdad despertando en el interlocutor cierta sensación de confraternidad o persuadiéndolo de que se trata de la opinión de todos.
Ej: “Todos sabemos-dijo la directora de la escuela- que l túnica es a vestimenta más apropiado para un ámbito educativo. Así lo han entendido, porque desde que ingresamos a la escuela todos usamos la túnica”.

Falacia de causa falsa.  
Se pone como causa de un efecto un factor que no lo es tal o que sólo lo es en forma parcial.
Ej: Dice la publicidad de un servicio de medicina prepaga: “Nosotros sabemos cuidar de los suyos. La salud de su familia depende de usted. Llámenos. Tenemos presupuestos a medida.”


(La unidad de Argumentación y Lògica continua en el siguiente tomo).































Bibliografía.

Bibliografía de Unidad II.
·Bersanelli, V. Lógica. La Casa del Estudiante, Montevideo, 1965
·Copi, I. y Cohen, C. Introducción a la lógica. Ed. Limusa, México, 1997
·          Ferrater Mora, J. Diccionario de Filosofía. Ed. Ariel, Barcelona, 2001
·Mondolfo, R. Sócrates Ed. U.B.A., Bs.As., 1959
·Pallas, C. La argumentación: selección de textos. Ficha CIP – CEIPA, Montevideo, 2004.
·Plantin, C. La argumentación s./d.e.
·          Tozzi, M. Pensar por sí mismo. Ediciones de la Crónica social, 1999
·          Weston, A. Las claves de la argumentación Ed. Ariel, España, 1998.
·          Guinovart, R. Cómo hacer cosas con razones. Ed. Paideia, Montevideo, 2008.



[1] http://www.webdianoia.com/his_fil/origen.htm
[2]          K. Jaspers, 1883 – 1969, psiquiatra y filósofo alemán.
            Fragmento tomado de La Filosofía, Fondo de Cultura Económica, pp. 15-23.
[3] República Vll; 514a_517c y 518b_d. (R. Verneaux, Textos de los grandes filósofos. Edad antigua, Herder, Barcelona 1982, p. 26-30).

[4] La República, Libro VI, 509d - 511e (Metáfora de la línea). (Instituto de Estudios Políticos, Madrid 1969, edición de J. M. Pabón y M. Fernández Galiano, vol. II, p.218-222).

[5] Diccionario de filosofía en CD-ROM. Copyright © 1996-98. Empresa Editorial Herder S.A., Barcelona. Todos los derechos reservados. ISBN 84-254-1991-3. Autores: Jordi Cortés Morató y Antoni Martínez Riu.
[6] Selección del articulo de Munar; Rosselló; Maiche; Travieso; Nadal. Modelos teóricos y neurociencia cognitiva de la percepción. Udelar.
[7] Aristóteles. Metafísica. Libro I. Capitulo 1.
[8]              Aristóteles. Poética. Pág. 3
[9]              Aristoteles. Poética. Pág. 9.
[10]            Idem. Pág. 11.
[11]            Aristóteles. Poética. Cap. VII. Pág.12.
[12]            Ídem. Cap. XIII. Pág. 19
[13]             Un prejuicio, desde un punto de vista filosófico, se considera una opinión adoptada sin ser analizada como un prejuicio, cuando se la supone verdadera antes de haber sido juzgada, es decir, evaluada críticamente. Cuando hubo precipitación en el pensamiento, sin que esa opinión haya sido rodeada de garantías, de condiciones de validez en cuanto a lo que esa opinión afirma.
[14]             Weston, Anthony, Las claves de la argumentación.
[15]             Marafioti, Roberto, Los patrones de la Argumentación. La argumentación en los clásicos y en el siglo XX
[16]             Tozzi, Michel, Pensar por sí mismo
[17] Mondolfo, Rodolfo, Sócrates.
[18] Recuérdese que esta acción de los sofistas surge de sus concepciones filosóficas, en particular, de su creencia en que no exista una verdad objetiva


[1] Del Libro “Atrévete a pensar”.
[2] Vaz Ferreira, Barreiro y Carlos. Sobre la enseñanza de la filosofía. Con aplicación a la secundaria-preparatoria, Vol 3, Montevideo. Barreiro y Ramos. Montevideo. 1918.